Finalmente la
Presidenta habló después de unos días de mutismo. Dijo que en resguardo de los más altos
intereses de la patria, había decidido poner fin a la concesión de la carretera
San José-San Ramón. Admitió que no era
posible seguir adelante con la concesión defendida a capa y espada por el
ministro Castro.
Desde Maquiavelo
hasta nuestros días se pregona que la política es el
arte de lo posible. Es casi un axioma de
la ciencia política. Dicho en cristiano:
saber cuándo empujar o presionar, y cuándo retroceder o conceder. Hacer cualquiera de estas cosas a destiempo
implica grandes costos políticos. En
ambos casos se pueden provocar reacciones amenazante para la estabilidad social
y política, y quien gobierne, sea hombre o mujer, lleva las de perder. En regímenes de carácter parlamentario esas
salidas en falso provocan renuncias y hasta caída de gabinetes. Pero en el país más feliz del mundo nada de
eso ocurre.
Se
retrocedió tarde –como en el intento de aumentar los salarios de los
diputados--, cuando el
espacio político se había acabado y en el horizonte se vislumbraba un encontronazo
con las comunidades afectadas y con otros sectores que se habían sumado a la
justa protesta o amenazaban con hacerlo.
Había que salir del entuerto de la mejor manera posible. Pero el discurso del
22 de marzo no sirvió para zanjar el diferendo en buenos términos. Aumentó distancias y arrojó dudas sobre el acuerdo
con la empresa OAS. ¿Qué significa “mutuo
acuerdo”?
En
segundo lugar, la Presidenta lamentó que los opositores al proyecto no
aceptaran nunca el diálogo. ¿Pero no era
eso lo que demandaban ciudadanos y ciudadanas organizados en el Foro de
Occidente? La Presidenta hizo en el
discurso una diferencia entre las personas que participaron de buena fe en el
movimiento y otras que no lo hicieron así.
Queda la duda de quienes serán esos opositores, o sectores, como dice
más adelante, “…que a partir de estrechos intereses, decidieron atacar la obra,
contaminar la discusión y exacerbar los ánimos”. Fuerte aseveración que no se aclara, con el
agravante que pone en entredicho al movimiento popular, porque más adelante habló
de “…mezquinos intereses políticos y económicos que a menudo entorpecen
proyectos, simplemente, para generar agitación, o porque no se les adjudicaron
a sus empresas”. ¿Nos estará enviando
una clave para la compresión profunda del movimiento porque tiene más
información que nosotros o simplemente es una figura retórica? Vaya usted a saber.
Finalmente, dijo estar
totalmente decidida “…a poner fin, de una vez por todas, a las múltiples
irregularidades que, de forma crónica, han plagado la construcción de
carreteras en nuestro país”. ¿Por qué no
lo habría hecho antes? ¿Dentro de los
proyectos con irregularidades incluirá la “trocha” y la carretera San José-San
Ramón? Otro punto sin aclarar.
Conclusión: el
discurso no tendió puentes y más bien dejó muchas interrogantes.