En los primeros días de enero menudean los
saludos cargados de buenos deseos entre familiares y amigos. Es una bonita
costumbre, aunque la mayoría de las veces se trata de pura fórmula. Es decir,
que no siempre reflejan sentimientos reales.
Sinceramente quisiera que el 2013 fuera un
buen año para la sociedad costarricense, sobre todo para quienes tienen
ingresos bajos o están en situación de pobreza. Pero la verdad es que tanto en
el campo político como en el económico las perspectivas no son buenas. Para un
país sumamente dependiente del mercado internacional, mientras éste no se
reanime es imposible que la situación mejore. Como se sabe, las economías del
norte están lejos de haber solucionado sus problemas. Europa continúa en
recesión, salvo Alemania y los países nórdicos, y en los Estados Unidos la
extrema derecha republicana parece no haberse dado cuenta de que perdió las
elecciones, y continúa impulsando iniciativas que no favorecen la salida de la
crisis. Así que en lo económico, las optimistas previsiones de algunos de los
jerarcas del gobierno no se cumplirán y el crecimiento seguramente será más
bajo que en 2012.
En el plano político tampoco hay razones para
esperar un mejoramiento. El gobierno luce maltrecho, sin fuerzas para un
"sprint" que le permita cruzar la meta en un lugar decoroso, el 1 de
mayo de 2014. Seguramente la mayoría ciudadana cruza los dedos para que de las
elecciones que se celebrarán en ese año salga un gobierno diferente al actual,
con ideas claras, capacidad de negociación y de gestión; pero hasta ahora no
hay señales en el horizonte que indiquen tal posibilidad.
La lucha entre los precandidatos
liberacionistas discurre sin ideas que permitan pensar que un triunfo de Araya
o de Arias cambiará radicalmente la situación, para bien. Intuimos que seguirán
las grandes líneas trazadas por el TLC y otros acuerdos de política económica
aprobados en el pasado reciente; pero, ¿más allá de eso qué es lo que harán
para atacar los problemas de infraestructura, transporte público, desigualdad
económica y social, seguridad ciudadana e ineficiencia institucional? ¿Qué
reformas en el plano político institucional estarían dispuestos a proponer y
negociar con otras fuerzas sociales y políticas del país?
Idénticas preguntas podrían hacerse a la oposición, cuya situación no es mejor. Fragmentada, sin liderazgos claros ni ideas renovadoras compartidas, hasta ahora no logra despertar el interés de una ciudadanía que, con desesperación, observa cómo el PLN se acerca, en ausencia de alternativa, a un nuevo triunfo electoral.
Idénticas preguntas podrían hacerse a la oposición, cuya situación no es mejor. Fragmentada, sin liderazgos claros ni ideas renovadoras compartidas, hasta ahora no logra despertar el interés de una ciudadanía que, con desesperación, observa cómo el PLN se acerca, en ausencia de alternativa, a un nuevo triunfo electoral.
Una situación estrafalaria, para calificarla
de algún modo: el último año de un gobierno magro en resultados y fructífero en
yerros, y una lucha electoral que se desarrollará con el telón de fondo de las
investigaciones sin resolver sobre lo ocurrido con las finanzas de los
principales partidos en el anterior proceso electoral.
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