martes, 29 de enero de 2013

Mejorar la representación

El informe final de la Comisión Presidencial sobre Gobernabilidad Democrática, mejor conocida como “notables”, con tono cargado de descalificación, ha despertado reacciones diversas, que van desde el rechazo sin concesiones hasta la aceptación elogiosa. Sin menosprecio alguno del trabajo realizado, hay que decir que la mayoría de los problemas que ahí se señalan ha sido identificada en repetidas ocasiones, así como también buena parte de las soluciones propuestas. Pero el enfoque es diferente.

Cuando analizamos problemas y formulamos propuestas de solución, partimos de visiones particulares sobre la sociedad, la política y el estado. Estamos cargados de subjetividad. Por más esfuerzos que hagamos para deshacernos de conceptos y suposiciones, siempre estarán ahí, impidiéndonos alcanzar la ansiada objetividad.

En el informe que mencionamos, predomina la visión del gobernante, la preocupación por eliminar obstáculos que impiden llevar adelante sus planes y propuestas. La gobernabilidad, como lo hemos indicado en otras ocasiones, por más que se le apellide democrática, es una mirada desde arriba; no es el reflejo de las preocupaciones ciudadanas. No quiere decir eso que no existan coincidencias, y no hay que olvidar, además, que quienes no están ahora en el gobierno, podrían estarlo el día de mañana, a menos que hayan decidido permanecer indefinidamente en la oposición.

Por esos motivos, la aceptación de las diferencias en miradas o en enfoques no nos debe llevar al rechazo absoluto a todo lo que proceda del territorio de los gobernantes. Antes bien, nos obliga a examinar con cuidado planteamientos como el que hace la Comisión Presidencial, y a replicar, si es del caso, desde nuestra particular perspectiva.

Por ejemplo, en el caso de las propuestas relativas a la integración y funcionamiento de la Asamblea Legislativa, desde la perspectiva ciudadana lo más importante es, a mi juicio, el mejoramiento de la calidad de la representación, hoy en día tan alicaída. Lo cual no significa dejar de lado la búsqueda de la eficiencia, que tiene sus límites, porque la Asamblea no es tan solo una fábrica de leyes, sino que también realiza tareas de control político.

Los mecanismos de selección de diputados y diputadas debe ser objeto de especial atención. No podemos seguir eligiendo sobre las listas cerradas y bloqueadas que nos presentan los partidos. Hay que buscar un sistema mixto que facilite, quizás con la adición de una lista nacional, una mayor participación ciudadana en la integración de la Asamblea. Y tenemos que encontrar mecanismos que permitan una mayor comunicación y control con quienes se dicen nuestras y nuestros representantes.

Finalmente, no podemos olvidar que éste no es el único diagnóstico ni las únicas propuestas realizadas en los últimos meses, y que otras están en camino. Por tanto hay que incorporar también ese material en la presente y necesaria discusión nacional.

martes, 22 de enero de 2013

La necesaria competencia

Como la carrera entre precandidatos del PLN acabó antes de llegar a la convención, no son pocas las personas que consideran que Johnny Araya tiene el gane en el bolsillo. Se basan en el hecho que no hay en la oposición un partido capaz de disputar en solitario el posible, aunque no seguro, triunfo de Araya, y porque las conversaciones para formar una coalición opositora no arrojan todavía resultados positivos.

Si las condiciones actuales no cambian, es posible que esas suposiciones se conviertan en realidades. Si así fuera, pasaríamos a ser una especie de observadores pasivos de una campaña política de carácter ritual, donde se sabría el desenlace de antemano. La incertidumbre en los resultados característica de los procesos democráticos desaparecería y las consecuencias de tal hecho para el desarrollo político costarricense serían sumamente negativas.

Los procesos electorales en las democracias representativas sirven para que la ciudadanía periódicamente, mediante el voto, elija o reelija a las personas que ocuparán las cúspides del poder político, y a quienes les representarán en el parlamento o asamblea legislativa, por un determinado número de años. Se supone que es un proceso de selección de las personas más calificadas para ocupar el cargo; aunque sabemos que ese requisito no se cumple buena parte de las veces. No son pocos los incompetentes, charlatanes y corruptos de todo tipo que se cuelan, desgraciadamente cada vez con mayor frecuencia.

Son procesos que implican competencia entre personas y grupos, generalmente organizados en partidos políticos. La competencia es entonces un aspecto esencial en las democracias. Me refiero a la competencia abierta, aceptando que casi nunca es totalmente transparente y que conlleva, por tanto, algún grado de oscuridad. Porque la ciudadanía vota muchas veces por candidaturas armadas y sostenidas a sus espaldas, por grupos de poder político o económico cuyas miras no son precisamente el bienestar general.

Pese a lo dicho, no es posible que asistamos impasibles a un proceso electoral sin competencia. Sobre todo porque el posible ganador, en el mejor de los casos, lo que hará es dar continuidad a un proyecto político gastado, acomodado a un planteamiento económico que nos hace muy vulnerables en las actuales condiciones de crisis planetaria, y con un alto componente de corrupción.

Pero como no se trata solamente de combatir por combatir, si se llegara a ensamblar una coalición opositora, encabezada por un candidato capaz de movilizar las actuales fuerzas dispersas, tendría que dejar muy claro cuáles serían las diferencias principales con el liberacionismo. Aunque quizás sea suficiente con asegurar una especie de gobierno de transición -honesto eso sí-, que permita soltar amarras de los liderazgos y partidos del pasado, y agilice la floración de los nuevos que están en gestación.

lunes, 14 de enero de 2013

¿Habemus praesidentis?



El retiro de la precandidatura de Rodrigo Arias dejó, ahora sí, la mesa servida a Johnny Araya, convirtiéndole en el candidato designado del PLN.  No sé si alguna vez la hubo, pero el caso es que desapareció la incertidumbre en ese Partido, y también desapareció el peligro de una lucha interna desgarradora.

En la orfandad quedaron no pocas figuras del mundillo liberacionista, tanto en el plano nacional como en el local.  El intento de mantener en alto la bandera del llamado arismo, con el montaje a toda carrera de una candidatura alterna no fructificó, y el grupo va camino a la desbandada.  Muchos seguramente se acomodarán a la nueva situación, esperando que Araya les tienda, si no la mano, por lo menos un dedo, pero otros tendrán que resignarse a quedar fuera.  Se embarcaron en una nave que no terminó de zarpar y ahora están en tierra, sin pasaje que les permita abordar el buque arayista.

Asistimos, entonces, al principio del fin de lo que se llamó arismo.  Fracasó la candidatura de Rodrigo y la popularidad de su hermano Oscar disminuye a pasos agigantados.  Como se dice, ¡a rey muerto, rey puesto!

Pero, todavía está lejos Araya de ser presidente.  No digo que no llegue a serlo, pero el camino a transitar puede ser muy duro.  Para empezar tendrá que enfrentar todas las dificultades que implica una candidatura después de dos gobiernos seguidos del PLN, que cada vez gozan de menor prestigio en el conjunto de la ciudadanía.  Por otro lado, le esperan intensas negociaciones dentro y fuera del partido.  Necesita asegurar las estructuras, para evitar que en las diputaciones se filtren personas que no son de su confianza, pero a la vez tendrá que hacer concesiones en nombramientos, que le otorguen firmeza interna a su candidatura.

Aunque no esté pensando en separarse del camino seguido por las administraciones de Arias y Chinchilla en materia de política económica y social –recuérdese que estuvo beligerantemente a favor del TLC--, necesita asegurar también el apoyo del grueso del sector empresarial.  Es decir, debe darle garantías de que “volver a las raíces” no pasa por quebrar el rumbo seguido por el país.  No se puede olvidar que fue en el gobierno de su tío, Luis Alberto Monge, cuando el país entró en la ruta del ajuste estructural.  Igualmente, algo tendrá que decir para atraer el voto de los sectores de medianos y bajos ingresos: ¿cómo va a enfrentar la desigualdad y la pobreza? ¿Cómo va a mejorar realmente los servicios de educación y salud? ¿Cuál será su política de empleo y salarios? 

Y al conjunto del país debe convencerlo de su capacidad para gobernar en tiempos difíciles.  Tantos años al frente de la alcaldía josefina no lo acreditan suficientemente, sobre todo porque la ciudad capital no ha experimentado una transformación global, más allá del núcleo central, y muchos son los problemas que siguen sin solucionarse.

Por ahora la oposición no constituye una amenaza, pero podría serlo en los próximos meses.

martes, 8 de enero de 2013

2013: un año complicado



En los primeros días de enero menudean los saludos cargados de buenos deseos entre familiares y amigos. Es una bonita costumbre, aunque la mayoría de las veces se trata de pura fórmula. Es decir, que no siempre reflejan sentimientos reales.
 
Sinceramente quisiera que el 2013 fuera un buen año para la sociedad costarricense, sobre todo para quienes tienen ingresos bajos o están en situación de pobreza. Pero la verdad es que tanto en el campo político como en el económico las perspectivas no son buenas. Para un país sumamente dependiente del mercado internacional, mientras éste no se reanime es imposible que la situación mejore. Como se sabe, las economías del norte están lejos de haber solucionado sus problemas. Europa continúa en recesión, salvo Alemania y los países nórdicos, y en los Estados Unidos la extrema derecha republicana parece no haberse dado cuenta de que perdió las elecciones, y continúa impulsando iniciativas que no favorecen la salida de la crisis. Así que en lo económico, las optimistas previsiones de algunos de los jerarcas del gobierno no se cumplirán y el crecimiento seguramente será más bajo que en 2012.

En el plano político tampoco hay razones para esperar un mejoramiento. El gobierno luce maltrecho, sin fuerzas para un "sprint" que le permita cruzar la meta en un lugar decoroso, el 1 de mayo de 2014. Seguramente la mayoría ciudadana cruza los dedos para que de las elecciones que se celebrarán en ese año salga un gobierno diferente al actual, con ideas claras, capacidad de negociación y de gestión; pero hasta ahora no hay señales en el horizonte que indiquen tal posibilidad.

La lucha entre los precandidatos liberacionistas discurre sin ideas que permitan pensar que un triunfo de Araya o de Arias cambiará radicalmente la situación, para bien. Intuimos que seguirán las grandes líneas trazadas por el TLC y otros acuerdos de política económica aprobados en el pasado reciente; pero, ¿más allá de eso qué es lo que harán para atacar los problemas de infraestructura, transporte público, desigualdad económica y social, seguridad ciudadana e ineficiencia institucional? ¿Qué reformas en el plano político institucional estarían dispuestos a proponer y negociar con otras fuerzas sociales y políticas del país?

Idénticas preguntas podrían hacerse a la oposición, cuya situación no es mejor. Fragmentada, sin liderazgos claros ni ideas renovadoras compartidas, hasta ahora no logra despertar el interés de una ciudadanía que, con desesperación, observa cómo el PLN se acerca, en ausencia de alternativa, a un nuevo triunfo electoral.

Una situación estrafalaria, para calificarla de algún modo: el último año de un gobierno magro en resultados y fructífero en yerros, y una lucha electoral que se desarrollará con el telón de fondo de las investigaciones sin resolver sobre lo ocurrido con las finanzas de los principales partidos en el anterior proceso electoral.