martes, 23 de octubre de 2012

Dos niños Ngöbe se ahogaron



Venían de la escuela. Eran dos hermanos, un varón de 9 años y una niña de 13. Iban de regreso a su casa con otros compañeros. Intentaron cruzar de la mano la Quebrada Los Umaña, pero la corriente, crecida por las lluvias, los arrastró. No hay puente para cruzarla. La comunidad había solicitado a la Municipalidad de Corredores la construcción de un puente desde hace más de dos años. Eran de la comunidad indígena Ngöbe Bajo Los Indios.

El Presidente Municipal de Corredores dijo que conocía la solicitud, pero la Municipalidad carecía de los fondos necesarios para realizar la construcción, y la Alcaldesa, según La Nación, “…alegó desconocer la gestión de los vecinos de Bajo Indios, dijo que […] ordenó a la ingeniera municipal realizar una inspección en el sitio de la tragedia para determinar si se requiere un puente”.

Pero dos niños se ahogaron; dos niños que no volverán a sus hogares y ni tampoco a la escuela; dos niños cuyos sueños acabaron abruptamente; en fin, dos niños costarricenses que no debieron morir así.

Son frecuentes las noticias sobre muertes de niños en accidentes, como el recientemente ocurrido en Parrita. Una tragedia, por supuesto; pero las circunstancias son diferentes. La muerte de los dos niños Ngöbe ocurre por la carencia de un puente que les permitiera un paso seguro para ir a la escuela. Un puente que cuesta unos 180 millones de colones, según dijo el Presidente Municipal.

Las circunstancias en que ocurre la muerte de esta niña y este niño nos enfrentan, como sociedad, nuevamente a la realidad del país. A las diferencias en condiciones de vida y acceso a la educación, según sector social, ubicación geográfica y grupo étnico.

Diferencias que terminan estableciendo ciudadanías de diferentes niveles según la posibilidad de acceso a bienes y servicios. También diferentes en cuanto al ejercicio de derechos sociales y políticos.

Bajo Los Indios es una comunidad situada al borde de la frontera con Panamá; seguramente de las más pobres del país. Una comunidad de indígenas Ngöbe que solamente fueron considerados costarricenses hasta la aprobación de la Ley 7225, de 1991.

No hay plata para un puente, pero se van a gastar más de 40 mil millones de colones en la próxima campaña electoral, si no se aprueba a tiempo la reforma para reducir ese monto al 0,11 del PIB. No hay dinero para ese puente, pero ¿cuánto se gasta en una Sele que no termina de dar el tono? ¿Y cuánto se va en los conciertos internacionales que se realizan constantemente en los estadios? ¿Y cuánto habrá gastado un precandidato que desde hace meses mantiene una costosa campaña publicitaria en la televisión?

Seguramente muchos otros niños atraviesan quebradas y ríos para ir a la escuela. ¿Cuántos tendrán que morir antes de que el Estado les proporcione las condiciones sociales y materiales adecuadas para educarse? ¡Ah, pero vivimos en el país más feliz del mundo!

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