El bloqueo de los diputados de oposición al
proyecto de ley para la emisión de los eurobonos, hasta tanto la presidenta
Chinchilla no pida la renuncia del vicepresidente Liberman y destituya al
ministro Garnier, ha creado una situación complicada.
No se sabe si los diputados de oposición están
dispuestos o pueden mantener el bloqueo hasta doblegar a la Presidenta, o si el
gobierno puede desbaratar esta alianza circunstancial de la oposición, pactando
con una o varias de las fracciones que la integran, manteniendo a los
funcionarios en sus cargos sin ninguna sanción, a cambio de algunos beneficios
para partidos o individuos.
La Asamblea ha entrado en receso, lo que baja en
lo inmediato la presión y da tiempo para buscar algún arreglo antes de que
termine el período de sesiones ordinarias, y se inicie el de extraordinarias de
agosto. Sin embargo, a estas alturas parece difícil arribar a algún acuerdo sin
sacrificios para las partes, porque las posiciones se llevaron innecesariamente
al extremo, a mi juicio.
Para empezar creo que la presidenta Chinchilla y
sus inmediatos colaboradores se precipitaron ante el Informe de la Procuraduría
de la Ética Pública. Al fin y al cabo el párrafo final de dicho Informe dice
textualmente lo siguiente: “Debido a lo que antecede se remite el presente
Informe a la señora Presidenta de la República, a fin de que proceda como en
derecho corresponda”. Y, ¿qué es lo que corresponde? No lo sé; quizás una
llamada de atención hubiera sido suficiente para terminar con el asunto.
Pero lo desautorizaron sin tomarse el tiempo para
estudiar el contenido, evaluar las posibles respuestas, medir su impacto dentro
de la actual situación política nacional, y tomar la decisión que mejor
conviniera a los intereses del gobierno y del país. Si así lo hubieran hecho,
me parece que habrían evitado la actual crispación política o al menos podrían
haber recortado sus contornos más agudos.
Tengo la impresión que la Presidenta y sus
inmediatos colaboradores no están haciendo una lectura adecuada de la situación
política del gobierno, o si lo han hecho, no quieren aceptarla. Porque el
momento es muy malo, con reclamos procedentes de diversos sectores y rompimientos
con algunos de ellos, que amenazan con agravarse, deteriorando aún más la
imagen pública que se proyecta, como lo muestran los sondeos de opinión. La
precipitada reacción del gobierno ha venido a fortalecer la idea de que ante la
corrupción no se hace nada, independientemente de la calificación que merezcan
los actos atribuidos a Liberman y a Garnier.
A la pésima
reacción del gobierno, siguió otra parecida de la oposición legislativa, que
tampoco goza de muy buena imagen pública, y ahora estamos donde estamos: ante
las puertas de una crisis entre poderes, salvo que unos u otros cedan en los
próximos días o semanas, con costos políticos que pueden ser elevados para el
gobierno o para la oposición.
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