Los resultados iniciales del Censo de Población, que se realizó entre el 30 de mayo y 3 de junio de 2011, son inquietantes. No somos 4.6 millones de habitantes, como lo señalaban las estimaciones, sino 4.3 millones. En el camino se perdieron 300.000 personas.
La jerarquía del Instituto Nacional de Estadística y Censos ha dado una explicación preliminar doble. Por un lado, se dice que han descendido los niveles de fecundidad en la última década; es decir, que ticas y ticos se reproducen menos. En el año 2000 el número de nacimientos por cada 100.000 habitantes era de 19,9; en 2011 descendió a 15,5. Antes los hijos por mujer eran 2,39; ahora 1,82.
Como otros estudios señalan con preocupación el aumento de los embarazos en mujeres adolescentes, la conclusión a la que se podría llegar es que el descenso en la fecundidad ha ocurrido en mujeres entre los 18 y los 40 años. Si eso es así, detrás del cambio podrían estar las transformaciones en el mundo del trabajo, donde se han ido incorporando más mujeres, así como la difícil situación económica que fuerza a la mayoría de personas de ingresos medios y bajos a no tener muchos hijos.
Por el otro lado, se indica un posible descenso en la presencia de extranjeros, principalmente de nicaragüenses, y, lo que es preocupante, un aumento de la salida de nacionales hacia otros países, principalmente hacia los Estados Unidos. Como es conocido, hay zonas del país donde el fenómeno de emigración hacia el norte es muy fuerte, como Pérez Zeledón y la llamada “zona de los santos”. Las condiciones sociales propias de esos cantones y la situación económica del país parecen estar propiciando esa búsqueda en el exterior de oportunidades de mejoramiento que no encuentran aquí.
Pero más allá de hipótesis sobre las causas del descenso en el crecimiento de la población, lo interesante es que los nuevos números nos obligan a modificar algunas ideas y apreciaciones que nos hemos hecho, pensando que éramos más habitantes. Obligan también a modificaciones en políticas públicas de mediano y largo plazo, porque hay que volver a estimar el tamaño de la población en los años venideros, así como sus necesidades en educación, salud, pensiones, vías de comunicación, transporte, etc.
Pero también tiene importancia en el plano político electoral, porque puede variar la distribución de los diputados por provincia, según lo establece el artículo 106 de la Constitución Política. De acuerdo con esos datos preliminares, San José podría perder un diputado, que ganaría Heredia, una provincia cuyo índice de crecimiento es el segundo más alto en estos once años. ¿A qué partido o corriente política favorecería o afectaría tal cambio?
Lo curioso de todo esto es que somos menos pero son más los problemas sin resolver. ¡Extraña paradoja por cierto! Mientras que otros países con poblaciones mayores logran resolver sus problemas, nosotros permanecemos “enclochados”.
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