Es comprensible la fascinación que el nuevo Estado Nacional está ejerciendo en la mayoría de los costarricenses. En un país en donde nada parece hacerse bien y menos en los tiempos programados, no puede menos que llamar la atención que una obra de esa magnitud, que presumimos está bien construida, se realice respetando el calendario de trabajo previamente establecido.
Cansados de las inauguraciones falsas, los fracasos y engaños tipo carretera a Caldera o platina del puente del Río Virilla, la atención necesariamente se tenía que concentrar en el Estadio Nacional.
Pero el Estadio parece que se ha convertido, aunque sea momentáneamente, en el nuevo símbolo nacional. La inauguración, los conciertos y los partidos de fútbol son tema obligado de conversación, y quienes apenas hemos pasado por el frente de ese impresionante edificio, no vamos a ir a conciertos ni a partidos, y tampoco estamos apuntados en alguna de las visitas guiadas, hemos terminado siendo gente curiosa.
La propaganda político comercial ha sepultado todo el trasfondo de la construcción de ese inmueble. Se olvida que se trata de un regalo de la República Popular China, dado en ocasión del establecimiento de relaciones, y que forma parte de lo que algunos llaman la diplomacia de los estadios de fútbol, muy usada en África. China ha obsequiado 52 estadios en países africanos, doce más están en construcción, y la fórmula se ha repetido en las Antillas Menores: Dominica y Granada. Así que no vengan con cuentos de que la solicitud fue inspiración de algún iluminado o de un grupo de dirigentes deportivos.
Se procura soslayar que esa obra –orgullo nacional—fue diseñada por ingenieros y arquitectos chinos, construida por obreros chinos y financiada con dinero chino. Se olvida también, en un país en donde la mayoría ve con malos ojos a Chaves y Ortega, que aunque China es un país admirable en muchas cosas, no es precisamente un modelo de democracia y de respeto a los derechos humanos. Lo que importa es ver a Messi o a Shakira, lo demás queda de lado.
Tampoco se habla de ese contingente de obreros chinos que sistemática y discretamente trabajaron muy duro durante meses para terminar la obra prometida. En un país en donde se admira casi solamente al norte desarrollado, deberíamos enaltecer el esfuerzo hecho por estos trabajadores. En homenaje a ellos deberíamos cambiar la manera de mirar y valorar a los chinos que conviven con nosotros y a los costarricenses de ascendencia china.
En unos meses la novedad del Estadio Nacional habrá pasado, pero las presas en calles y carreteras no solamente continuarán sino que serán mayores. ¿No hubiera sido mejor que nos regalaran unos cuantos pasos a nivel?
En fin, el hecho es que ahí está nuestro flamante chino Estadio Nacional. ¿Serán capaces las autoridades correspondientes de evitar su deterioro a corto plazo, como ha sucedido con la mayoría de las instalaciones del Parque La Sabana?
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