lunes, 17 de noviembre de 2014

Estado laico

El carácter confesional del Estado costarricense no aparece, como creen algunas personas, con la Constitución de 1949. Es bueno recordar que ya en el Pacto Social Fundamental Interino de Costa Rica, del 1 de diciembre de 1821, en el artículo 3 se dice lo siguiente: "La religión de la Provincia es y será siempre la Católica, Apostólica, Romana, como única verdadera, con exclusión de cualquiera otra". La intolerancia explícita seguramente se explica como resabio del período colonial.

A lo largo del tiempo esa declaración, con reformas, se fue repitiendo. En la Constitución de raigambre liberal de 1871, considerada la base de nuestro ordenamiento republicano, en el artículo 51 se señala que "La Religión Católica, Apostólica y Romana es la de la República; el Gobierno la protege y no contribuye con sus rentas a los gastos de otros cultos, cuyo ejercicio sin embargo tolera". Empero, dicho precepto constitucional no fue un obstáculo para la expulsión en del obispo Thiel, la prohibición de las órdenes religiosas, la expulsión de los jesuitas y la secularización de los cementerios. En otras palabras, para la promulgación de las llamadas leyes anticlericales.

Las relaciones entre los gobiernos y la iglesia católica se han movido en una especie de subibaja, con períodos de mayor o menor distanciamiento. En general los gobernantes han manejado el asunto con discreción, hasta el gobierno de Laura Chinchilla, que favoreció el inicio de una etapa de agresiva presencia del conservadurismo religioso en el plano de lo público, protagonizada tanto por la jerarquía católica como por las iglesias cristianas fundamentalistas, que han avanzado en su representación legislativa. Juntos se han embarcado en una verdadera cruzada contra la discusión y toma de decisiones en asuntos como las uniones de personas del mismo sexo, el contenido de los programas de educación sexual, el uso del condón, la anticoncepción de emergencia y, por supuesto, la fecundación in vitro, a pesar de la resolución emitida por la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

Esta situación ha colocado nuevamente en la agenda la necesidad de la laicización del Estado, aunque no es seguro que un paso en esa dirección facilite la discusión de dichos temas. También dentro de este marco hay que colocar la discusión en torno a la permanencia de Melvin Jiménez como ministro de la Presidencia, dado su supuesto carácter de clérigo luterano. Pese a la resolución de la Sala Constitucional, me parece que la discusión continuará por lo que algunos han señalado como discriminación contra los católicos, y también porque la presencia de Jiménez en el ministerio más importante, independientemente si es religioso o no, inquieta a otros por su pasado de activista contra las políticas neoliberales y por su oposición al TLC. Y a los conservadores religiosos, por su posición aparentemente favorable a los llamados derechos sexuales y reproductivos.


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1 comentario:

  1. Los cristianos siempre piensan en si mismos como integrantes del único universo válido. De allí que les resulte posible visualizar la Reforma de Lutero como asunto de la mayor vigencia aun hoy.

    Invito a definir el alcance de la propuesta de laicidad más allá de la cristiandad europeizante, más allá de su dicotomía ideológica de los últimos dos siglos hacia un estado verdaderamente laico.

    Confundir sectas con religiones es propio de la pretendida universalidad cristiana. Oigo a no pocos hablar de "otras religiones" cuando en realidad se refieren a sectas cristianas surgidas por diferencias eclesiásticas y no por diferencias de fe.

    Cautela. Vamos hacia un encuentro con nosotros mismos que nos obligará a replantear ética y moral y otras cosas necesarias de sustentar en la organización de un estado, pero con la salvedad de que si lo queremos laico no podemos basarnos únicamente en principios cristianos pretendiéndolos universales.

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