lunes, 27 de octubre de 2014

Intereses

Invocar el “interés nacional” o la defensa de la soberanía para justificar el inicio de un conflicto, o para reprimirlo, es moneda de uso corriente en nuestro país. Seguramente también lo es en muchos más; sin embargo, en la mayoría de los casos, me atrevo a afirmarlo, se trata de una especie de máscara detrás de la cual se ocultan intereses privados de diversa índole. Desde los más nobles hasta los más mezquinos. Así que hay que tener cuidado antes de tomar partido. En otras palabras: hay que saber separar la paja del trigo.

En sociedades como la nuestra, atravesadas por múltiples divisiones y contradicciones, el “interés nacional” tiende a convertirse en una entelequia, razón por la cual ningún grupo puede atribuirse su representación en sus luchas particulares, por más justas que sean para los beneficios de sus asociados. Por supuesto que los ideales y el altruismo también existen; pero la mayoría de las luchas de sindicatos y de grupos empresariales, para mencionar solamente dos grupos de interés, nada o poco tienen que ver con el interés general. Es más, muchas veces van en contra de él.

En una democracia se supone que una amplia deliberación pública favorece la construcción de un “interés nacional”, pero lograr la unanimidad de criterios es imposible; siempre existirán posiciones contrarias, a las que hay que respetar, sin que ello signifique la paralización de la acción pública. Amplia deliberación y ciudadanía más informada y consciente de lo que se discute y se juega, son requisitos absolutamente necesarios para acercarse a una democracia más plena.

En el actual conflicto originado en la concesión dada a la firma holandesa APM Terminals para operar la Terminal de Contenedores de Limón, el gobierno y los sindicalistas han invocado abierta o veladamente el “interés nacional”. Este es un país en donde las empresas públicas han sido determinantes en el desarrollo económico y social alcanzado. Esa realidad no la aceptan los defensores a ultranza del mercado, a pesar de que se han beneficiado de muchas de las condiciones creadas por las empresas públicas en infraestructura, electricidad, salud y educación, además de las exenciones y otros apoyos.

La concesión de obra no es una solución que me haga gracia; sin embargo, tengo la impresión que, salvo que se eleven a muy corto plazo los impuestos a niveles parecidos a los países nórdicos, es imposible solventar los rezagos que padecemos en infraestructura y transporte, con los limitados recursos con que cuentan los gobiernos. El quid del asunto es que la negociación y los controles de lo que se concesiona han estado fallando, originando discusiones y conflictos innecesarios si las cosas se hubieran hecho bien.


Seguramente el escenario futuro más adecuado a nuestra realidad sea el de una combinación de empresas públicas eficientes, con concesiones bien negociadas y con estrictos mecanismos de control. ¿Ustedes que opinan?

lunes, 20 de octubre de 2014

El lenguaje y la mesura

Irse de la lengua es decir lo que no se quería o no se debía exteriorizar en una conversación o en una declaración determinada. Seguramente a ustedes y a mí nos ha sucedido en más de una ocasión. La mayoría de las veces no pasa nada; son errores o deslices no siempre advertidos por las otras personas, pero en otras puede ser el origen de situaciones embarazosas, en el mejor de los casos y, en el peor, de conflictos, distanciamientos y riñas.

Porque al hablar transmitimos ideas, sentimientos, visiones de mundo, percepciones, prejuicios, juicios de valor y muchas otras cosas más. Hablamos no solamente con palabras: los énfasis que ponemos, los gestos que hacemos y, en general, el movimiento del cuerpo, nos ayudan a comunicarnos, aunque también a veces dificultan el entendimiento, porque mientras que con las palabras intentamos decir algo, con el lenguaje corporal podemos estar transmitiendo otras cosas.

Los altos cargos de la administración pública, desde el Presidente hacia abajo, deben tener especial cuidado en lo que dicen, sobre todo cuando les entrevistan formalmente o cuando los periodistas se abalanzan sobre ellos, como ocurre todos los días, a la salida de un acto público o de una reunión específica, para interrogarles sobre lo que se dijo, lo que ocurre en el país o lo que sucede en el terreno internacional.

Muchas veces los agarran fuera de balance y se van de lengua, sin medir el efecto real de sus palabras, los significados que trasmiten, y lo que revelan sobre su personalidad, sus sentimientos y sus creencias más íntimas o las opiniones que hubieran preferido guardarse. Pero otras veces lo que se dice lleva una clara intensión, aun cuando se hable en sentido figurativo. Por supuesto que a veces las limitaciones en el lenguaje, común en políticos y no en pocos comentaristas deportivos, conducen a intentos fallidos de construcción de metáforas, que terminan convirtiéndose en ejercicios ofensivos para terceros.

Pero no nos perdamos, hay calificativos que no pueden aceptarse, vengan de donde vengan. El diputado Solís Fallas tiene derecho a manifestar su disgusto con la forma en que algunos personajes de gobierno se han comportado frente a su díscola conducta en la discusión del presupuesto, incluyendo a compañeros de su fracción; pero calificar de “sicarios” a colaboradores cercanos del Presidente es un exceso en el lenguaje imposible de justificar amparándose en lo figurativo. Un “sicario” es un asesino pagado por alguien que prefiere no ensuciarse las manos; no hay otra interpretación posible. Así que por golpear a unos terminó dándole muy duro al Presidente. ¿Desliz o golpe premeditado? Sólo él lo sabrá.


Mesura en la palabra y, consecuentemente, menos desborde, es lo que la mayoría ciudadana demanda a los viejos y a los nuevos políticos en esta etapa de cambios de nuestra historia. 

lunes, 13 de octubre de 2014

Acumulaciones

Cierto, las cosas no están bien; hay signos de preocupación en el ambiente por las controversias alrededor del presupuesto del año próximo entre el gobierno y la Asamblea Legislativa. Pero, ¿realmente el grueso de la ciudadanía está tan alarmado como lo están algunos periodistas, no pocos analistas y muchos empresarios? ¿No se estará intentando generalizar los miedos de esos grupos, sus intolerancias hacia lo nuevo y a lo que rompe con esquemas, y, sobre todo, el temor a que ciertos intereses particulares terminen siendo afectados?

No son pocos los que expresan nostalgia por un pasado bipartidista donde “la sangre no llegaba al río”, porque el interés superior de los dos partidos representativos de ese período señalaba límites precisos a los conflictos, más allá de los cuales se podía poner en peligro la estabilidad del sistema, como ocurrió a mitad de los años noventa del siglo pasado, cuando el neofiguerismo quiso aplastar al PUSC y a su líder.

En esa ocasión rápidamente se movilizaron los “guardianes del templo”, y llevaron a Figueres Olsen y a Calderón Fournier a firmar aquel famoso pacto que empezaba con la frase: "Nosotros, hijos de dos caudillos queridos por el pueblo de Costa Rica…" Pero las aguas volvieron a su nivel parcialmente, porque en el subsuelo se estaba gestando el descontento político que afloró en los años siguientes, dando inicio al proceso de cambio en que estamos todavía inmersos.

Los problemas que hoy vivimos son en gran parte el producto de una acumulación de errores, de tareas incompletas o postergadas, de bloqueos y vetos entre grupos de poder, de ineficiencia institucional y de corrupción. Seguramente nada de esto hubiera emergido de pronto, como lo ha hecho, si los resultados de las elecciones de febrero y abril hubieran sido otros. Posiblemente los problemas se hubieran tapado o disimulado, pateando la bola hacia adelante, evitando el señalamiento de responsabilidades, como lo hizo Laura Chinchilla  con su antecesor, con las funestas consecuencias conocidas.

La impericia e improvisación que se señala al actual gobierno, en buena parte se origina en esa acumulación de situaciones. Los problemas son tan grandes y las necesidades tan inmensas, que su enfrentamiento se vuelve muy costoso. El elevado déficit en las finanzas públicas, es una herencia dejada por los dos últimos gobiernos del PLN, que es imposible corregir en unos cuantos meses. Seguramente se puede intentar bajar gastos y hacer otras economías, pero es imposible que el presupuesto para 2015 no incluya un déficit apreciable. Sólo una especie de apagón gubernamental podría eliminarlo del todo; pero el costo social y político sería sumamente elevado.


Para bajar el déficit, a la par de la revisión concienzuda del gasto público, hay que entrarle al tema de los ingresos: mejorar la recaudación, perseguir la evasión y allegar nuevos recursos, es decir, enfrentar la postergada y combatida reforma tributaria.

lunes, 6 de octubre de 2014

Desgaste

No se puede disimular los notables desencuentros entre el gobierno, la fracción legislativa del PAC y la cúpula partidaria. Al partido y a su fracción les está costando mucho encontrar su papel en un gobierno electo por ellos, en buena parte debido a la cultura de oposición a que estaban acostumbrados muchos de sus integrantes. Esa cultura se desarrolló a través de las enconadas luchas que libró el partido en sus doce años de vida, no solamente en los escenarios electorales y legislativos, sino también fuera de ellos, como ocurrió durante la discusión alrededor del referendo sobre el TLC. Hay que recordar, además, que no pocos de sus fundadores también dieron la pelea en contra del llamado "combo del ICE", en el año 2000.

Ahora la situación es diferente: el gobierno es del PAC, aunque muchos de sus ministros y vice ministros, empezando por el de la Presidencia, no provienen del partido y seguramente no comparten o lo hacen a medias, la plataforma programática y otros planteamientos rojiamarillos. Es posible que buena parte de ministros y ministras, por no decir la mayoría, ni siquiera conocen a la dirigencia paquista. Como resultado general, tampoco el gobierno sabe como moverse frente al partido y la fracción.

Por otra parte, a lo largo de la historia de su partido la alta dirigencia se ha caracterizado por la forma pública en que enfrentan sus conflictos, sin contenerse, lo que es bueno y malo, según el punto de vista con que se mire. Bueno porque la hipocresía propia de la política cede su lugar a la transparencia; malo porque al no existir límites, fácilmente se cae en el exceso verbal, lo que da armas al enemigo y desalienta a partidarios y simpatizantes. Ejemplo: las lindezas que le han dicho a Ottón Solís, tanto el diputado Morales Zapata como algunas figuras destacadas del gobierno, por su posición dura en los recortes del presupuesto.

Quizás este nivel abierto de conflictividad se ve estimulado por el hecho que el principal partido de oposición sigue sin levantarse de los golpes recibidos en febrero y en abril. Es decir, que no hay una oposición real, un enemigo común, que les obligue a unirse; pero esa situación puede cambiar si Oscar Arias, que ha sacado la cabeza, logra darle alguna dirección a la fracción del PLN, la más grande del Congreso, pero inocua hasta ahora.

La encuesta de CID-Gallup indica que un 20% de las personas entrevistadas se declara simpatizante del PAC, en un porcentaje similar a quienes dicen ser del PLN. Por primera vez después de unas elecciones ese partido parece haber recogido una interesante cosecha, que puede evaporarse si el gobierno, la fracción y la dirigencia paquista no toman consciencia de que navegan en el mismo barco en aguas peligrosas, que pueden agitarse repentinamente, con el consiguiente peligro para el capitán y toda la tripulación.


Si quieren tener larga vida política, tienen que aprender a trabajar juntos y bajar el nivel de conflictividad abierta.