Mayo empezó con estreno de Presidente, con nueva Asamblea
Legislativa y con relucientes presidencias ejecutivas. La ceremonia de traspaso de poderes fue
sencilla, sin aspavientos, aunque, para mi gusto, un tanto desarreglada, con
mucha gente moviéndose en la gramilla del Nacional, en medio de los discursos e
incluso cuando se interpretaba el Himno Nacional. La verdad son detalles menores.
Se ha cumplido el ritual de cada cuatro años, pero esta vez
sopló un airecillo de renovación que podría derivar en un ventarrón que provoque
grandes cambios en la política, la economía y la sociedad, en favor de las
grandes mayorías de este país. Para que eso
pase, sin embargo, no bastan ni las buenas intenciones ni los cambios de
personal. Hacen falta dos ingredientes fundamentales: la claridad en el norte al cual dirigirse y la
determinación ciudadana para empujar el carro de la historia en esa dirección.
Me parece que el presidente Solís tiene claro el significado
de su elección. Eso se desprende de sus
propias palabras, que no creo que sean un simple ejercicio retórico: “Comprendo por ello que, mucho más que el
triunfo de un partido, mi elección marca el advenimiento de nuevas actitudes,
nuevas convocatorias, nuevos conceptos y nuevas formas de ejercer las labores
del gobierno. Ello no sólo porque gobernaremos otras y gobernemos otros, sino
porque quienes lo haremos en este cuatrienio tendremos como principal mandato
el devolverle confianza a un pueblo que, además de sentir cerca, cálido y
solidario a su Presidente, quiere vivir libre de la necesidad y del temor, en
un contexto de bienestar y justicia”.
Agregó más adelante: “Hoy
los costarricenses demandan que llevemos el ejercicio democrático a cumbres
mayores: transparencia, rendición de cuentas, participación ciudadana,
bienestar de nuestros hermanos menores los animales, libertad de conciencia,
defensa del ambiente, y respeto a los derechos de las minorías. Pasar de la
democracia formal a la democracia real. Esa es la consigna de nuestro pueblo;
ese, el espíritu de nuestros tiempos”.
Muy bien por el nuevo Presidente. Esperamos que haga su tarea en lo que le
corresponde; pero las buenas intenciones no pasaran a más si el grueso de la
ciudadanía, en los ámbitos en que se desenvuelve, no actúa en consecuencia. Si continuamos esperando que de arriba nos
venga todo, como la luz del sol y el agua, la institucionalidad, los rituales
del poder y los intereses corporativos terminarán por tragarse a quienes hoy
sinceramente postulan un cambio. No
dejemos que eso suceda; es la oportunidad de actuar y de ampliar el horizonte
de esta imperfecta democracia.
Con una dosis de pragmatismo, pero también de cinismo, se
acostumbra decir que toda escoba nueva barre mejor… por un tiempo. Porque luego deja de hacerlo: se desgasta y hasta se rompe. Mi esperanza es que con la ayuda de todas y
todos, esta vez el barrido sea a fondo y por largo tiempo.
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