Así calificó el Director del CONAVI, echándole la culpa al
de arriba, de lo ocurrido con las bases de los puentes Bailey colocados sobre
el Río María Aguilar, en la ruta de circunvalación. De esa manera intentó responder a las
críticas lanzadas por el Laboratorio Nacional de Materiales y Modelos
Estructurales (LANAMME) y el Colegio Federado de Ingenieros y de Arquitectos,
que señalaron riesgos en la apertura prematura de los puentes, debido a la
inestabilidad del terreno y a las posibilidades de deslave. Señalamientos que no fueron atendidos.
En lugar de aceptar la responsabilidad que le compete, el
ministro Castro no solamente arremetió contra las instituciones mencionadas, sino
que también retó al LANAMME para que asuma la construcción de las obras “a ver
si dura menos tiempo”. Pero, como es
sabido, el papel del laboratorio universitario se circunscribe a señalar
problemas y sugerir soluciones. Se le
contrata para eso y sus criterios no pueden ser olímpicamente descalificados
por el jerarca del MOPT. Ciertamente,
pueden discutirse en el plano técnico, pero pareciera que no es el camino que
esté dispuesto a seguir dicho funcionario y otros más del actual gobierno.
Porque ante señalamientos concretos hechos por instituciones
cuya función es la fiscalización, hemos observado que desde la Presidenta hacia
abajo, las reacciones frente a informes y señalamientos son muy
defensivas. A priori se descalifican los
documentos, si no se ajustan a lo que el gobierno y los jerarcas consideran que
es lo correcto. Así ha ocurrido, por
ejemplo, con los señalamientos hechos por la Contraloría General de la
República en cuanto al cumplimiento de las metas de la Red de Cuido. En estos meses, además, cualquier crítica se procura
desestimarla bajo el pretexto de que se trata de propaganda electoral de los
opositores del PLN.
Desestimar críticas o calificarlas de propaganda electoral podría
ser un mal menor, ante la posibilidad de un repunte de la llamada
“judicialización de la política”. Es
decir, que cualquier crítica o señalamiento ciudadano pueda inmediatamente ser
llevado a los tribunales, mutilando una vez más la discusión política. La piel de quienes se meten en política no
puede ser tan delicada. Ciertamente, hay
límites, pero la vida de las democracias se alimenta de la discusión abierta, de
la confrontación, de las denuncias, de la exigencia de transparencia y de la
amplia rendición de cuentas.
Los asuntos públicos, que incumben a ciudadanas y
ciudadanos, no pueden ni deben ser personalizados. Las diferencias de criterio existen, además
de que son muchos los intereses que se mueven en torno a las decisiones de los
entes estatales. Parte de los “trabamientos”
de la administración pública se deben a la incomprensión de la mayor parte de
la clase política de que vivimos en otros tiempos y que las soluciones del
pasado son inaplicables en la sociedad más informada de nuestros días.
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