La vida está
llena de encrucijadas y dilemas. Si lanzamos la mirada hacia atrás seguramente
podremos advertir algunos de estos acontecimientos, sobre todo aquellos que han
tenido consecuencias determinantes en el rumbo de nuestras vidas. Pero si
rascamos un poco la superficie, seguramente también nos vamos a encontrar
muchos otros que ocurrieron sin que nos diéramos cuenta de su existencia y,
mucho menos, de sus efectos posteriores sobre lo que hicimos o sobre lo que
llegamos a ser.
Hay
acontecimientos a los que no damos importancia porque pensamos que nada tienen
que ver con nosotros. Por la lejanía en el espacio y en el tiempo; sin embargo,
ya hace muchos siglos, Terencio, un autor de comedias de la antigua Roma, decía
que nada que fuera humano le resultaba ajeno. Si eso lo afirmaba con
extraordinaria clarividencia alguien que vivió antes del inicio de la llamada
era cristiana, ¿cómo ignorarlo hoy, en la era de la globalización, con países y
regiones extremadamente integradas por el comercio, las finanzas, las
comunicaciones y los intercambios culturales?
Se dice que
Margaret Thatcher, la ex premier británica ya fallecida, afirmó que la sociedad
no existía como tal, que lo que existían eran agregados de individualidades sin
mayor conexión. Por supuesto que eran los tiempos no muy lejanos del auge del
neoliberalismo, que favorecía la ideología del individualismo, del logro
personal y de la salvación como un acto despojado de cualquier lazo
comunitario. Una forma de pensar que contradice la realidad, pero que todavía
prevalece en sectores importantes de nuestra población, sobre todo en personas
menores de cuarenta años, que crecieron bajo la sombra de esa ideología.
Lo cierto es que
vivimos en intensa relación con otras personas, en el seno de grupos humanos y
comunidades de extensión variable, con amplia comunicación con el resto del
mundo. Lo que pasa en algún lugar de la zona sur de Costa Rica, en otro país
centroamericano, en Siria o en Egipto, tiene necesariamente que afectarnos. Y esto
no es pura habladuría. Si hay guerra en el medio oriente, para poner un ejemplo
trillado, el mercado del crudo se moverá y el precio de la gasolina va a
aumentar.
Así que, ya sea
que lo aceptemos o que lo neguemos, el hecho es que los entornos sociales,
económicos y políticos en los que nos ha tocado vivir han terminado por
empujarnos, individualmente y como conjunto, hacia senderos que tal vez no
hubiéramos recorrido si las circunstancias hubieran sido otras. Incluso si el
razonamiento hubiera prevalecido por encima de nuestra ignorancia o nuestra
inconsciencia cotidiana.
Hoy como país
estamos pasando por un mal momento. No vamos a salir de él si prevalecen las
soluciones individuales, el “sálvese quien pueda”, sin clara conciencia de que
estamos en el mismo barco, como parte de una singular flotilla, en un océano
muy agitado. ¡Así que tripulación, todas y todos a remar!
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