En estos tiempos en los que tanto se habla de ingobernabilidad y tanto se predica sobre la necesidad de eliminar controles para las administraciones, conviene recordar que en el origen de toda esta historia está la necesidad de vigilar el poder político, debido a los abusos cometidos por los soberanos absolutistas y todo tipo de tiranos, en perjuicio de los gobernados. El poder absoluto, como lo señaló el historiador británico Lord Acton, tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente. Conviene, por tanto, ponerle controles razonables.
La división de poderes es una forma de evitar la concentración del poder político. Así no solamente se limita el poder individual, sino que, como lo señalaba el Barón de Montesquieu, uno de sus principales teóricos, el control se logra porque “…el poder detiene al poder”.
Por eso es importante que en una sociedad democrática exista no solamente la división de poderes, sino que también ésta funcione, para evitar que individuos y grupos puedan controlar en forma absoluta el poder ejecutivo, el legislativo y el judicial. Ese peligro siempre está presente y la mejor forma de impedirlo es una ciudadanía consciente y alerta, que use las elecciones sabiamente, haciendo caso omiso de los llamados de candidatos y candidatas a votar acríticamente por una sola opción partidaria.
Dentro de nuestro sistema, la Asamblea Legislativa cumple un papel fundamental en el control político; pero por ignorancia, incomprensión, incapacidad o complicidad, buena parte de diputados y diputadas, sobre todo de oposición, malgastan la posibilidad de ejercer control sobre los otros poderes de la República. Control político no es solamente pronunciar encendidos discursos en plenario o en comisiones, con base en suposiciones o medias verdades. Tampoco se trata de hacer catarsis. Un adecuado control político solamente puede hacerse si se investigan a fondo indicios o denuncias, y se estudian con profundidad propuestas y documentos.
Me temo que el control político que ejerce la Asamblea Legislativa actual es deficitario. Mucha palabrería, muchos discursos y pocos resultados. Comisiones investigativas van y vienen sin que lleguen a resultados concretos. Se citan a personajes y se les interroga mal, no se plantean preguntas concretas o se deja que eludan las respuestas. Muchas veces, sin cerrar las investigaciones, los asuntos pasan a los estrados judiciales. Solamente unos pocos diputados, los de más experiencia, aprovechan las limitaciones de tiempo para apuntar directamente al corazón de lo que se busca esclarecer.
En esas condiciones el control político se vuelve un asunto puramente ritual. Si las críticas van dirigidas al poder ejecutivo, este abre el paraguas y deja que pase el chaparrón. Veremos si ese es el destino de las comisiones que investigan el financiamiento de los partidos, el manejo de la trocha y otros asuntos de transcendencia nacional.
La división de poderes es una forma de evitar la concentración del poder político. Así no solamente se limita el poder individual, sino que, como lo señalaba el Barón de Montesquieu, uno de sus principales teóricos, el control se logra porque “…el poder detiene al poder”.
Por eso es importante que en una sociedad democrática exista no solamente la división de poderes, sino que también ésta funcione, para evitar que individuos y grupos puedan controlar en forma absoluta el poder ejecutivo, el legislativo y el judicial. Ese peligro siempre está presente y la mejor forma de impedirlo es una ciudadanía consciente y alerta, que use las elecciones sabiamente, haciendo caso omiso de los llamados de candidatos y candidatas a votar acríticamente por una sola opción partidaria.
Dentro de nuestro sistema, la Asamblea Legislativa cumple un papel fundamental en el control político; pero por ignorancia, incomprensión, incapacidad o complicidad, buena parte de diputados y diputadas, sobre todo de oposición, malgastan la posibilidad de ejercer control sobre los otros poderes de la República. Control político no es solamente pronunciar encendidos discursos en plenario o en comisiones, con base en suposiciones o medias verdades. Tampoco se trata de hacer catarsis. Un adecuado control político solamente puede hacerse si se investigan a fondo indicios o denuncias, y se estudian con profundidad propuestas y documentos.
Me temo que el control político que ejerce la Asamblea Legislativa actual es deficitario. Mucha palabrería, muchos discursos y pocos resultados. Comisiones investigativas van y vienen sin que lleguen a resultados concretos. Se citan a personajes y se les interroga mal, no se plantean preguntas concretas o se deja que eludan las respuestas. Muchas veces, sin cerrar las investigaciones, los asuntos pasan a los estrados judiciales. Solamente unos pocos diputados, los de más experiencia, aprovechan las limitaciones de tiempo para apuntar directamente al corazón de lo que se busca esclarecer.
En esas condiciones el control político se vuelve un asunto puramente ritual. Si las críticas van dirigidas al poder ejecutivo, este abre el paraguas y deja que pase el chaparrón. Veremos si ese es el destino de las comisiones que investigan el financiamiento de los partidos, el manejo de la trocha y otros asuntos de transcendencia nacional.
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