Los recientes anuncios de alianzas
entre aspirantes a la candidatura del Partido Liberación Nacional ha puesto
nuevamente en evidencia el desierto de ideas por el que atraviesa la política
doméstica. Las alianzas se hacen para impulsar a uno o para parar a otro, pero
sin que queden claras las diferencias en planteamientos sobre lo que se debe
hacer en el país.
Unos y otros hablan de sueños a
realizar, de recuperación de banderas caídas y de propuestas de política
pública que no se explicitan; pero todos evitan pronunciarse sobre lo que
sucede en la actualidad en el país y en el mundo, y sobre la gestión que
realiza el presente gobierno liberacionista. Ni lo defienden ni lo atacan;
simplemente lo ignoran, como si no existiera.
El terreno opositor replica lo que
sucede dentro del PLN. Se habla de la necesidad de una coalición para frenar a
ese partido en las próximas elecciones, pero con partidos quebrantados y sin
ideas claras sobre qué hacer ni liderazgos capaces de aglutinar el descontento
popular. No es posible armar nada con partidos y personajes políticos incapaces
de leer e interpretar adecuadamente las señales que emiten la realidad social
del país y el entorno internacional.
Este panorama contrasta fuertemente
con lo que sucede en otras latitudes, donde las soluciones que se han planteado
para enfrentar la crisis que se vive a lo largo y ancho del planeta han
provocado un debate fuertemente ideológico. Frente a las recetas harto
conocidas de restricción del gasto público y privatización de la
institucionalidad estatal, que trajo consigo la época neoliberal, otras
posibilidades se han planteado, reviviendo la antigua discusión sobre el
sentido de la vida en sociedad, sobre la política, sobre el papel del estado,
sobre la democracia, sobre la participación ciudadana y sobre muchos otros
asuntos que habían dejado de figurar en las discusiones públicas.
En Europa el debate se desarrolla
en torno a las duras medidas impuestas a países como Grecia, España e Italia,
que amenazan con traerse abajo las instituciones de bienestar social, que
elevaron sustancialmente el nivel de vida de la mayoría de los habitantes de
esos países. En Estados Unidos, la actual campaña electoral ha dejado muy en
claro las posiciones y la división ideológica existente entre demócratas y
republicanos. Dos formas de entender los Estados Unidos se han enfrentado con
vistas a las elecciones de noviembre próximo y está por verse como se
pronunciará finalmente la ciudadanía.
En Costa Rica, sin embargo, ese
debate no parece haber llegado a la política y menos ha calado en las
preocupaciones ciudadanas. Enfrascados en lo puramente anecdótico, lo esencial
se nos escapa y las oportunidades se desperdician. Así que seguramente poco
podemos esperar de las elecciones de 2014 en términos de cambio, salvo que
ocurra un terremoto político que destruya las estructuras que están
obstaculizando el salto hacia adelante.