Tres de los cuatro diputados designados directamente por la entonces candidata Chinchilla, en agosto de 2009, han renunciado antes de finalizar el segundo año de su gobierno. Primero lo hizo Guillermo Zúñiga a un año escaso de haber asumido funciones, y ahora le han seguido Francisco Chacón y Viviana Martín. En el período 2006-2010 tomaron ese camino Silvia Charpantier y Magi Antillón, quien dejó su curul para ocupar la cartera de comunicación, pero no renunció inmediatamente. Unos y otras fueron designados a dedo, ocupando los primeros lugares por San José.
En el pasado reciente fracciones de otros partidos han perdido diputados, pero los disidentes no abandonaron la Asamblea, sino que mantuvieron sus curules como independientes. Entonces, más allá de las motivaciones personales, algo parece que sucede dentro de Liberación Nacional que lleva a estas renuncias. Dado que es un partido cuyo norte es oscilante, porque depende de quien lo controle, es posible que muchas de las personas que conforman los círculos de mayor confianza de candidatos y candidatas presidenciales, y que posteriormente llegan a diputados y ministros, se sientan claramente identificados con esas figuras, pero no ciertamente con un programa partidario, porque no existe.
Y así llegan a la Asamblea Legislativa, que no es precisamente un lecho de rosas. En realidad nunca lo ha sido. Es un espacio de confrontación, de conflicto, de negociaciones arduas y de acuerdos costosos. En tiempos del bipartidismo la situación era relativamente más llevadera, pero en la actualidad es muy compleja debido a la presencia de varias fracciones. En ausencia de propuestas programáticas de largo aliento, que den perspectiva y sentido al trabajo de diputadas y diputados, más allá de sus objetivos de realización personal, la permanencia en la Asamblea termina convirtiéndose para algunos de ellos en un verdadero tormento, porque dicha ausencia, además, desata el personalismo y la competencia atroz, colocando las bajadas de piso en primerísimo lugar en el orden del día.
Como no hay posibilidades de hacer carrera parlamentaria, el paso por la Asamblea Legislativa se ve como algo temporal, como una estación de corta duración en la vida, y no precisamente de las más atractivas. El sistema favorece el olvido de diputadas y diputados de sus electores, a quienes deberían rendir cuentas de sus acciones. Un sistema perverso que tiende a desvincular al representante de sus representados.
El hastío, la frustración y los ofrecimientos de otros espacios lleva a las salidas personales, pero, ¿qué pasa con quienes dieron su voto por una determinada lista partidaria? Creo que merecen una explicación y una disculpa, que no es solamente asunto de las y los renunciantes, si no, principalmente, del Partido. Quienes de buena fe votaron en febrero de 2010 por las listas de candidatos a diputados de Liberación Nacional deberían exigirlo. ¿No lo creen ustedes?
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