La semana política ha estado movida. La posibilidad de un recorte presupuestario que aparentemente pondría en aprietos a instituciones y programas en 2012, provocó una repentina y desconocida movilización hacia la Asamblea Legislativa de jerarcas de los poderes de la República, de instituciones y ministerios. Ya quisiera la Federación de Fútbol tener un llenazo en el partido contra España como el que tuvo la Asamblea el miércoles.
Y mientras todos corrían en Cuesta de Moras, en Casa Presidencial alguien tuvo la genial idea de darle una dosis adicional de dramatismo al asunto, dejando oír los acordes del “Duelo de la Patria” al inicio de una conferencia de prensa de los ministros de la Presidencia y de Hacienda. En fin, todo un “follón” político, como dirían los españoles.
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Al final el primer acto de esta tragicomedia terminó como sabemos: la diputada Bejarano del PUSC le zafó la tabla a su jefe de fracción y los recortes se esfumaron por ahora, no sin antes dejar algunas cosas al descubierto que es conveniente señalar, más allá de las machaconas críticas a la Alianza por Costa Rica y su manejo del parlamento.
En primer lugar, que la Asamblea Legislativa no está para aprobar todo lo que sale de Zapote y que la oposición parlamentaria existe porque una parte importante de la ciudadanía considera que el poder ejecutivo tiene que ser moderado y controlado. Si la razón de ser de la Asamblea fuera solamente la aprobación de leyes más o menos sensatas, bien podría ser sustituida por un cuerpo integrado por tecnócratas, designados por un mecanismo diferente a la elección popular.
En segundo lugar, que en una democracia todo es discutible, que nada está escrito en piedra en materia de decisiones políticas y que las discusiones y remezones son útiles para aclarar el aire y sacar a la luz lo que hay en el fondo de los asuntos que se plantean. Los presupuestos son instrumentos de trabajo, muchos de ellos muy bien elaborados pero otros no tanto y algunos son pésimos. El legislador está en la obligación de examinar con lupa lo que se le presenta, de leer entre líneas, de cuestionar y de pedir explicaciones. Un dolor de cabeza para los tecnócratas de la política, pero es parte de la esencia de la democracia.
Por supuesto que pueden darse excesos, por posiciones ideológicas, ignorancia, impericia, politiquería o una combinación de todos esos elementos. La discusión abierta, frente a la ciudadanía, es la que se encarga de aclarar hasta qué punto los cuestionamientos son razonables.
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En tercer lugar, pese a quien le pese, lo sucedido es un indicador más de que la Asamblea ha comenzado a recuperar el protagonismo perdido en todos estos años, animando la discusión entre las figuras de la política y permitiendo que se ventilen públicamente asuntos de interés general.
En política prefiero las trifulcas y las carreras que la paz de los cementerios de la pretendida gobernabilidad absoluta.
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