Así estamos, ante varios de los acontecimientos políticos de los últimos días. Veamos algunos de ellos por orden cronológico.
El miércoles 26 de agosto en horas de la noche, teniendo como escenario la Asamblea Legislativa, don Oscar Arias se manifestó a favor de la convocatoria de una Asamblea Constituyente, haciendo así eco de la propuesta formulada por su hermano a finales del año anterior. Luego de señalar los obstáculos que su juicio enfrenta el país para alcanzar el desarrollo, afirmó: "Creo que una Asamblea Nacional Constituyente sería el espacio de discusión política más propicio, y ciertamente el más democrático, para abordar estos temas y sentar las bases que nos permitan construir un mejor país para nuestros hijos y nuestros nietos."
El 15 de setiembre, frente al Monumento Nacional, el alcalde de San José, don Johnny Araya, abogó por reformar la Constitución Política para agilizar al país. Sorpresivamente, sin embargo, el Presidente Arias, en su discurso, dijo que ese tema “aburre” y no merece más debate, pues “no se va a dar y para qué hablar de una cosa totalmente teórica”. ¿En qué quedamos?
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A principios de agosto, cuando presentó a sus candidatos a diputados nacionales, doña Laura Chinchilla dijo, refiriéndose a don Guillermo Zúñiga, que una de las principales razones para que vaya a Cuesta de Moras, es la frustrada reforma fiscal y tributaria, que no pudo realizar. El propio presidente de la República, en la presentación del 26 de agosto que mencionamos, dijo que se debe llevar a cabo una reforma tributaria para aumentar un 3% los impuestos, porque "no podemos pretender alcanzar índices de países desarrollados pagando impuestos de países pobres". Dentro de esa misma línea, el propio Zúñiga afirmó para La Nación, que “Este país necesita una reforma para que pagar impuestos sea más simple. Sí hay que modernizar la estructura; por ejemplo modernizar el IVA y poner un poquito de progresividad. Yo estoy convencido de que requerimos una carga del 18%, lo he dicho como profesor, ministro y ahora como ex ministro; pero esa decisión deberá venir del Poder Ejecutivo.”
Sin embargo, el 17 de setiembre, ante la Cámara de Bancos e Instituciones Financieras, doña Laura afirmó que en su gobierno “La prioridad va a ser la reactivación económica. No la reforma fiscal.” ¿Convicción profunda, pragmatismo, oportunismo? ¡Ustedes dirán!
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Otro tema: durante las últimas semanas dentro de buena parte de los grupos opuestos a Liberación Nacional, se hablado mucho de la necesidad de una coalición para frenar lo que denominan continuismo arista. Han circulado propuestas y llamamientos, sin que se lograra nada concreto. El PAC y su candidato, don Otón Solís, han sido señalados como el principal escollo para llegar a un acuerdo, porque sistemáticamente se han opuesto a ir a una convención para la escogencia de un candidato, sin antes tener claridad sobre un programa mínimo.
Lo sucedido el domingo 20 de setiembre en el llamado Encuentro Nacional Patriótico, convocado por el Partido Alianza Patriótica para definir las candidaturas a diputaciones, muestra la fragilidad de los planteamientos unitarios y la vigencia de los personalismos. Don Rolando Araya abandonó molesto la Asamblea de su Partido --también lo hizo el Presidente Mariano Figueres— al fracasar su propuesta de nombramiento de la candidata al primer lugar por San José, doña Lisbeth Quesada. Este incidente le viene a dar la razón a don Otón y al PAC, porque refleja una actitud que pone en cuestión las reales intenciones que animan a algunos de los proponentes de la coalición. En otras palabras, si por las claras se saca el día, como se dice popularmente, las propuestas unitarias dependían del nombramiento del candidato y todos querían ser nombrados. ¡Así imposible!
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El Tribunal Supremo de Elecciones, en una sorpresiva resolución, dejó abierta la puerta para que las sociedades anónimas puedan hacer donaciones a los partidos. Como se sabe, el Código Electoral, que entró en vigencia el 2 de setiembre, prohíbe las contribuciones de dichas sociedades; pero la resolución les permite ahora comprar bonos o “certificados de cesión”, que podrían convertirse en donaciones, si no se hacen efectivos después de finalizada la campaña electoral. Según el TSE, la compra de bonos de la deuda política emitidos por los partidos no se puede considerar como donación pues se trata de una inversión. Por supuesto que se trata de una inversión y en un doble sentido: económica, porque puede reportar ganancias considerables, y política, por supuesto, porque asegura, en caso de que el candidato o candidata gane, comunicación, al menos, con el futuro gobierno. Con la resolución del Tribunal, el peligro de la participación encubierta de donadores dudosos ha vuelto a aparecer.
El Código prohíbe y el Tribunal abre portillo. Curioso, ¿no?
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Hay más, pero lo dejo para otra ocasión.
lunes, 21 de septiembre de 2009
lunes, 14 de septiembre de 2009
BAÑO DE REALIDAD NACIONAL
No hay mucho que agregar a los argumentos ya dados a favor de la reforma de los artículos 75 y 194 de la Constitución Política, a fin de eliminar la confesionalidad del estado costarricense y modificar el juramento constitucional. Como ha sido ampliamente demostrado, la reforma se impone, tiene sentido y no significa ninguna agresión a la religión católica, que todavía sigue siendo la que la mayoría de los costarricenses dice profesar, aunque con tendencia a disminuir. De acuerdo con el estudio "Fe y Creencias" realizado por la firma Demoscopía en los años 1995, 2001 y 2005, el porcentaje de personas que se declararon católicos, bajó del 78,8% en el primero de los años señalados, al 70,1% en el segundo y a 66,2% en el tercero (http://www.demoscopia.co.cr/fe.html). Sin embargo, los católicos que asisten regularmente a los oficios religiosos son un porcentaje mucho menor: según CID-Gallup, solo cinco de cada diez católicos asiste a la iglesia una vez a la semana (http://www.cidgallup.com/Documentos/Boletin%20religion%20en%20Costa%20Rica%20Agosto%2009.pdf).
Otro dato interesante: según un informe suministrado por el Registro Civil a principios de año, de los 25.302 casamientos registrados durante 2008, un total de 19.588 (77,41% del total) se realizaron ante un notario (La Nación, 22 de enero de 2009). Ha ido en aumento también el porcentaje de cristianos no católicos, que la encuesta mencionada de Demoscopía, indica que pasó del 12,2% en 1995 al 19,8% en 2005. En este último año, además, 12,3% de las personas encuestadas dijo no tener ninguna religión, razón por la cual el juramento constitucional debería dar la posibilidad de que estas personas juraran por sus más íntimas creencias y no por Dios, como está establecido.
En otras palabras, que se puede hablar de una tendencia hacia la disminución del peso del catolicismo, un aumento del porcentaje de personas que se declaran cristianos no católicos, y un aumento también, del número de personas sin religión, que hoy podrían superar el medio millón de costarricenses. La sociedad ha cambiado y en este tema, como en muchos otros, dichos cambios deben reflejarse en el ordenamiento jurídico del estado costarricense. No lo consideran así quienes han manifestado su desacuerdo con la propuesta de reforma, y están en su derecho de hacerlo; pero la forma en que lo han hecho es censurable.
Primero el Obispo Ulloa, en su homilía dominical del 6 de setiembre, llama a no votar por candidatos que apoyen la reforma; posteriormente el Arzobispo Barrantes, Presidente de la Conferencia Episcopal, no solamente apoyó a su colega, sino que también la emprendió contra el Presidente de la República, que se manifestó de acuerdo con la reforma del artículo 75. Pero lo que más me impactó, fue la portada del Eco Católico del domingo 13 de setiembre, que muestra las fotografías de las señoras diputadas y señores diputados que manifestaron inicialmente su apoyo a las reformas, sobre fondo rojo y con el titular “Proponen eliminar a DIOS”. Esa portada es una fehaciente muestra de intolerancia que podría llevar a situaciones extremas, en la medida en que está dirigida a despertar la pasión, que ciega a las personas y las hace ver enemigos de la fe donde no los hay, sin atender la mínima argumentación racional. En una especie de regreso al pasado, a tiempos que ni la Iglesia Católica quiere recordar.
Lo paradójico es que ambos prelados insisten en que es en los estados que llaman “ateos”, que no es lo mismo que laicos, donde se comenten los mayores atropellos para las libertades, los derechos humanos, etc. Se les olvidó todos los siglos de inquisición, que cegó vidas e impidió la libre circulación de ideas. Se les olvidó también que muchas de las dictaduras del Siglo XX estuvieron apoyadas por buena parte de las jerarquías de la Iglesia Católica, como la dictadura franquista y algunos regímenes autoritarios de América Latina, hasta recientemente. Incluso hoy en Honduras, a pocos kilómetros de nuestras fronteras, la jerarquía católica, encabezada por el Cardenal Rodríguez, apoya el gobierno de facto. Así que lo confesional o lo laico no nos salva de atentados contra los derechos humanos y de atrocidades.
Es lamentable que ante la salida de los obispos, algunos diputados y diputadas, hayan echado marcha atrás, en una muestra de pusilanimidad y oportunismo. Pero, ¿qué se puede esperar, sobre todo en período electoral? En ese sentido me parece que el “Movimiento por un Estado Laico” no leyó bien la coyuntura y por tanto se precipitó en la presentación del proyecto de reforma. Ciertamente, el momento apropiado para presentarlo, por las reacciones que ha provocado, no existe; siempre se le iba a combatir con todo tipo de armas. Pero el período electoral es el peor para una acción de este tipo, porque la ofensiva contra un político o un partido, puede arrojar menos votos en febrero de 2010.
En todo caso, no será esta Asamblea la que discutirá la reforma. Será en la próxima, así que hay que afinar la estrategia para evitar que la propuesta de reformas a los artículos 75 y 194 sea relegada al último lugar de la agenda y termine siendo sepultada. Los vientos que corren, sin embargo, son pésimos, como lo muestra el campo pagado en La Nación del lunes 14 de setiembre, por las candidatas y candidatos a diputados del PLN: se comprometen a archivar el expediente. Como en otras discusiones recientes, volvemos a recibir un “baño” de realidad nacional.
Otro dato interesante: según un informe suministrado por el Registro Civil a principios de año, de los 25.302 casamientos registrados durante 2008, un total de 19.588 (77,41% del total) se realizaron ante un notario (La Nación, 22 de enero de 2009). Ha ido en aumento también el porcentaje de cristianos no católicos, que la encuesta mencionada de Demoscopía, indica que pasó del 12,2% en 1995 al 19,8% en 2005. En este último año, además, 12,3% de las personas encuestadas dijo no tener ninguna religión, razón por la cual el juramento constitucional debería dar la posibilidad de que estas personas juraran por sus más íntimas creencias y no por Dios, como está establecido.
En otras palabras, que se puede hablar de una tendencia hacia la disminución del peso del catolicismo, un aumento del porcentaje de personas que se declaran cristianos no católicos, y un aumento también, del número de personas sin religión, que hoy podrían superar el medio millón de costarricenses. La sociedad ha cambiado y en este tema, como en muchos otros, dichos cambios deben reflejarse en el ordenamiento jurídico del estado costarricense. No lo consideran así quienes han manifestado su desacuerdo con la propuesta de reforma, y están en su derecho de hacerlo; pero la forma en que lo han hecho es censurable.
Primero el Obispo Ulloa, en su homilía dominical del 6 de setiembre, llama a no votar por candidatos que apoyen la reforma; posteriormente el Arzobispo Barrantes, Presidente de la Conferencia Episcopal, no solamente apoyó a su colega, sino que también la emprendió contra el Presidente de la República, que se manifestó de acuerdo con la reforma del artículo 75. Pero lo que más me impactó, fue la portada del Eco Católico del domingo 13 de setiembre, que muestra las fotografías de las señoras diputadas y señores diputados que manifestaron inicialmente su apoyo a las reformas, sobre fondo rojo y con el titular “Proponen eliminar a DIOS”. Esa portada es una fehaciente muestra de intolerancia que podría llevar a situaciones extremas, en la medida en que está dirigida a despertar la pasión, que ciega a las personas y las hace ver enemigos de la fe donde no los hay, sin atender la mínima argumentación racional. En una especie de regreso al pasado, a tiempos que ni la Iglesia Católica quiere recordar.
Lo paradójico es que ambos prelados insisten en que es en los estados que llaman “ateos”, que no es lo mismo que laicos, donde se comenten los mayores atropellos para las libertades, los derechos humanos, etc. Se les olvidó todos los siglos de inquisición, que cegó vidas e impidió la libre circulación de ideas. Se les olvidó también que muchas de las dictaduras del Siglo XX estuvieron apoyadas por buena parte de las jerarquías de la Iglesia Católica, como la dictadura franquista y algunos regímenes autoritarios de América Latina, hasta recientemente. Incluso hoy en Honduras, a pocos kilómetros de nuestras fronteras, la jerarquía católica, encabezada por el Cardenal Rodríguez, apoya el gobierno de facto. Así que lo confesional o lo laico no nos salva de atentados contra los derechos humanos y de atrocidades.
Es lamentable que ante la salida de los obispos, algunos diputados y diputadas, hayan echado marcha atrás, en una muestra de pusilanimidad y oportunismo. Pero, ¿qué se puede esperar, sobre todo en período electoral? En ese sentido me parece que el “Movimiento por un Estado Laico” no leyó bien la coyuntura y por tanto se precipitó en la presentación del proyecto de reforma. Ciertamente, el momento apropiado para presentarlo, por las reacciones que ha provocado, no existe; siempre se le iba a combatir con todo tipo de armas. Pero el período electoral es el peor para una acción de este tipo, porque la ofensiva contra un político o un partido, puede arrojar menos votos en febrero de 2010.
En todo caso, no será esta Asamblea la que discutirá la reforma. Será en la próxima, así que hay que afinar la estrategia para evitar que la propuesta de reformas a los artículos 75 y 194 sea relegada al último lugar de la agenda y termine siendo sepultada. Los vientos que corren, sin embargo, son pésimos, como lo muestra el campo pagado en La Nación del lunes 14 de setiembre, por las candidatas y candidatos a diputados del PLN: se comprometen a archivar el expediente. Como en otras discusiones recientes, volvemos a recibir un “baño” de realidad nacional.
lunes, 7 de septiembre de 2009
FÚTBOL Y POLÍTICA
La prensa deportiva ahora se tira de los pelos con lo sucedido en la noche del sábado 5 de setiembre, en el Estadio Saprissa. En una especie de repetición de lo ocurrido hace unas semanas en San Pedro Sula, la selección volvió a exhibir un juego desordenado, carente de iniciativas, sin posibilidades de contrarrestar a una selección mexicana que jugó bastante bien.
La caída de Costa Rica no es casualidad: no empezó bien la eliminatoria y, aunque hubo alguna mejora en el camino, el rendimiento del seleccionado no fue sostenido y en al final se vino abajo. ¿Acaso quienes ahora se lamentan y buscan culpables en jugadores y cuerpo técnico no lo sabían? ¿No es que son expertos en el análisis de equipos, partidos y jugadas? Que el ciudadano de a pié estuviera engañado pasa, ¿pero estos comentaristas de prensa, radio y televisión? A no ser que sean malos analistas, que seguramente muchos lo son, entre la gran cantidad de personas que se dedican a estos menesteres. Porque lo que sobra en la radio, sobre todo, son programas dizque deportivos, pero que en realidad a lo que se dedican es a tertulias y comentarios sobre fútbol, la mayoría de regulares a malos, y a todas horas del día.
No estoy descubriendo nada nuevo cuando digo que el fútbol es un gran negocio que involucra muchos, pero muchos intereses. Así, que decir la verdad sobre lo que realmente estaba sucediendo con el equipo nacional, pues iba a afectar el negocio: menos asistencia a los estadios, menos patrocinios, menos viajes de la afición, menos pauta para la radio y la televisión y menos ingresos y jugosas ganancias en muchos rubros más. Como ha sucedido en otras oportunidades, los comentaristas y sus epígonos se dieron a la tarea de disfrazar la realidad, de contarle cuentos a la afición, de entusiasmarla y de despertar el “patriotismo” de las masas, que vestidas de rojo marcharon el sábado hacia lo que creían iba a ser una victoria y una reafirmación del mito: somos los mejores de la CONCACAF o de América. Quizás pensaban los comentaristas que a lo mejor se haría el milagro, y que una vez en el llamado “coloso” de Tibás, los jugadores, sacando fuerza de flaquezas, terminarían jugando el partido del siglo y goleando a México. Una “hombrada” como acostumbran a decir en lenguaje machista; pero una vez más, “no se nos dio”, para usar la jerga empleada por los jugadores al final de un partido perdido.
¿Cómo se relaciona esto con la política, sobre todo con la política electoral? De varias formas. El fútbol, en la sociedad costarricense y en muchas otras más, porque es el deporte más globalizado, funciona con un buen distractor o como antídoto, pues, por un lado, desenfoca fácilmente la atención de las mayorías de los enfrentamientos y conflictos que están ocurriendo, y, por el otro, provee, aunque momentáneamente, una identidad colectiva nacional, fracturada por las diferencias y exclusiones económicas, sociales, étnicas, regionales, y demás. Seguramente a más de una persona le llamó la atención cómo, en medio de protestas y represión, con un gobierno producto de un golpe de estado, el Estadio Olímpico de San Pedro Sula se llenó a más no poder, con ocasión del juego entre Honduras y Costa Rica. Esa noche, al menos en apariencia, se borraron las hondas divisiones presentes en esa sociedad.
Que la gente se olvide de la crisis y de sus secuelas en el empleo y en el diario vivir, es una necesidad para un gobierno, sobre todo si se está en un proceso electoral y hay una apuesta de continuidad. No sé si al Presidente le gusta el fútbol, pero eso poco importa, pero él y algunos de sus ministros, ojalá todos, deben estar presentes en las grandes confrontaciones internacionales, llueve o truene, y, por supuesto, con camiseta roja. Los aspirantes a ganar las elecciones también deben hacerse presentes, pues son momentos de fervor nacionalista, de comunión colectiva, y las ausencias se pagan con pérdidas severas en popularidad. A los políticos le sirve el engaño colectivo y también contribuyen a crearlo.
¿Cuál será el efecto de esta estrepitosa derrota? Una hipótesis: un gane a México hubiera favorecido los planes de continuidad del gobierno; la euforia colectiva hubiera desviado nuevamente la atención, pero se perdió. La derrota hace que la gente pierda interés en el fútbol, se desinfle, y ponga un poco más de atención a lo que realmente está ocurriendo en el país y en el momento político. Pero como eso es peligroso, pues habrá que iniciar a la brevedad posible la reconstrucción del mito y evitar que la atención nacional se concentre en lo que verdaderamente debería interesarle. Seguramente ya se está en eso.
La caída de Costa Rica no es casualidad: no empezó bien la eliminatoria y, aunque hubo alguna mejora en el camino, el rendimiento del seleccionado no fue sostenido y en al final se vino abajo. ¿Acaso quienes ahora se lamentan y buscan culpables en jugadores y cuerpo técnico no lo sabían? ¿No es que son expertos en el análisis de equipos, partidos y jugadas? Que el ciudadano de a pié estuviera engañado pasa, ¿pero estos comentaristas de prensa, radio y televisión? A no ser que sean malos analistas, que seguramente muchos lo son, entre la gran cantidad de personas que se dedican a estos menesteres. Porque lo que sobra en la radio, sobre todo, son programas dizque deportivos, pero que en realidad a lo que se dedican es a tertulias y comentarios sobre fútbol, la mayoría de regulares a malos, y a todas horas del día.
No estoy descubriendo nada nuevo cuando digo que el fútbol es un gran negocio que involucra muchos, pero muchos intereses. Así, que decir la verdad sobre lo que realmente estaba sucediendo con el equipo nacional, pues iba a afectar el negocio: menos asistencia a los estadios, menos patrocinios, menos viajes de la afición, menos pauta para la radio y la televisión y menos ingresos y jugosas ganancias en muchos rubros más. Como ha sucedido en otras oportunidades, los comentaristas y sus epígonos se dieron a la tarea de disfrazar la realidad, de contarle cuentos a la afición, de entusiasmarla y de despertar el “patriotismo” de las masas, que vestidas de rojo marcharon el sábado hacia lo que creían iba a ser una victoria y una reafirmación del mito: somos los mejores de la CONCACAF o de América. Quizás pensaban los comentaristas que a lo mejor se haría el milagro, y que una vez en el llamado “coloso” de Tibás, los jugadores, sacando fuerza de flaquezas, terminarían jugando el partido del siglo y goleando a México. Una “hombrada” como acostumbran a decir en lenguaje machista; pero una vez más, “no se nos dio”, para usar la jerga empleada por los jugadores al final de un partido perdido.
¿Cómo se relaciona esto con la política, sobre todo con la política electoral? De varias formas. El fútbol, en la sociedad costarricense y en muchas otras más, porque es el deporte más globalizado, funciona con un buen distractor o como antídoto, pues, por un lado, desenfoca fácilmente la atención de las mayorías de los enfrentamientos y conflictos que están ocurriendo, y, por el otro, provee, aunque momentáneamente, una identidad colectiva nacional, fracturada por las diferencias y exclusiones económicas, sociales, étnicas, regionales, y demás. Seguramente a más de una persona le llamó la atención cómo, en medio de protestas y represión, con un gobierno producto de un golpe de estado, el Estadio Olímpico de San Pedro Sula se llenó a más no poder, con ocasión del juego entre Honduras y Costa Rica. Esa noche, al menos en apariencia, se borraron las hondas divisiones presentes en esa sociedad.
Que la gente se olvide de la crisis y de sus secuelas en el empleo y en el diario vivir, es una necesidad para un gobierno, sobre todo si se está en un proceso electoral y hay una apuesta de continuidad. No sé si al Presidente le gusta el fútbol, pero eso poco importa, pero él y algunos de sus ministros, ojalá todos, deben estar presentes en las grandes confrontaciones internacionales, llueve o truene, y, por supuesto, con camiseta roja. Los aspirantes a ganar las elecciones también deben hacerse presentes, pues son momentos de fervor nacionalista, de comunión colectiva, y las ausencias se pagan con pérdidas severas en popularidad. A los políticos le sirve el engaño colectivo y también contribuyen a crearlo.
¿Cuál será el efecto de esta estrepitosa derrota? Una hipótesis: un gane a México hubiera favorecido los planes de continuidad del gobierno; la euforia colectiva hubiera desviado nuevamente la atención, pero se perdió. La derrota hace que la gente pierda interés en el fútbol, se desinfle, y ponga un poco más de atención a lo que realmente está ocurriendo en el país y en el momento político. Pero como eso es peligroso, pues habrá que iniciar a la brevedad posible la reconstrucción del mito y evitar que la atención nacional se concentre en lo que verdaderamente debería interesarle. Seguramente ya se está en eso.
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