Nos hemos acostumbrado a la “teatralización” de las noticias, es decir, a la información que va acompañada de imágenes que no solamente la ilustran, sino que agregan otros elementos destinados a aumentar el dramatismo o influir en la interpretación o en el ánimo de quienes ven telediarios, escuchan la radio o leen un periódico. Donde más se puede observar esta “teatralización” es en las noticias sobre accidentes, crímenes y escándalos de todo tipo.
Hay sucesos y acontecimientos de la vida diaria que no se prestan para este manejo, y por esa razón no son objeto de la atención de los grandes medios. Muchas veces escuchamos decir que lo que no está en los medios no existe. Por supuesto que se trata de una exageración, pero es cierto que al ser ignorados por aquellos, acontecimientos de carácter local o de zonas alejadas no llegan a ser conocidos por el grueso de la ciudadanía, que termina con una imagen del país que solamente en parte corresponde a la realidad nacional.
Nos damos cuenta del descontento de ciertos sectores solamente cuando se convierte en noticia. Es decir, cuando la gente cierra una calle, realiza una marcha de cierta consideración o toma una oficina pública. Antes de eso no existe para el conjunto de la sociedad. Y la vida cotidiana está llena de descontentos, demandas y protestas que no llegan a ser noticia y que, en muchos casos por esa razón, no son objeto de atención por parte de jerarcas y autoridades. Hasta que no se arma el “tanate” no se presta atención.
Me pregunto qué hubiera pasado si la marcha de los empleados públicos del 15 de febrero hubiera sido un fracaso. Seguramente la Presidenta no se hubiera sentado a conversar con los dirigentes sindicales para buscar un acuerdo. Hubo que hacer esa gran movilización y ese enorme gasto de recursos y energías para forzar la negociación.
Son muchas las críticas que se hacen a las protestas públicas, porque el cierre de calles y la toma de instituciones incomodan, pero a veces no queda más remedio que hacerlo. Se va a la calle porque no hay otra posibilidad de ser escuchados. Y parece que muchos sectores sociales han aprendido la lección. Un día son los empleados públicos, otro los 300 niños de la Escuela Maternal Montessoriana, que no disponen de adecuados servicios sanitarios, o los habitantes del Territorio Indígena Térraba, que exigen que los nombramientos de docentes y administrativos en escuelas y en el Liceo Académico se rijan por lo que estipula el Convenio 169 de la OIT y la Resolución de la Asamblea de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. Otros han gozado de escasa divulgación, como la huelga bananera que mantuvieron obreros agrícolas en Sixaola en noviembre pasado, muchos de ellos pertenecientes a la etnia Ngöbe.
Todos ellos pudieron resolverse antes de llegar a las acciones conocidas. ¿Por qué no se dio respuesta oportuna?
martes, 28 de febrero de 2012
martes, 21 de febrero de 2012
La comparecencia
Después de observar la comparecencia de José María Figueres ante la Comisión de Control de Ingreso y Gasto Público, mi conclusión es que los diputados de oposición no tenían claro lo que pretendían alcanzar. Unos lucían faltos de preparación, otros complacientes y alguno hasta atemorizado. No sé si no pudieron o no quisieron llevar al Expresidente ante las cuerdas, hasta el punto de obligarlo a salirse de casillas y de su conocido guión de explicaciones. Figueres concurría en situación muy diferente a la de diciembre, porque una encuesta nacional había mostrado que esas explicaciones no habían convencido a la gran mayoría ciudadana, y que solamente el 14 por ciento de las personas tiene una opinión positiva sobre él.
La representación del PAC, a la que le tocó intervenir de primera, perdió la oportunidad de establecer los límites de la cancha con preguntas que fueran mucho más allá de lo que ha sido el común denominador desde la entrevista transmitida a principios de diciembre pasado. En lugar de eso optó por someter al Expresidente a una golpiza que aguantó estoicamente, pero que no agregó nada nuevo a lo ya conocido. El tiempo asignado transcurrió sin preguntas concretas y el chaparrón pasó sin mayores consecuencias.
Siguieron un contenido Walter Céspedes, que no hincó el diente como acostumbra hacerlo en otras ocasiones, y un desarmado Víctor Emilio Granados, que no hizo la tarea como él mismo lo admitió, y que prefirió lanzar preguntas intrascendentes extraídas de twitter, en una demostración, dicho sea con todo respeto, de falta de seriedad en un acto del que buena parte de la ciudadanía esperaba mucho más.
El interrogatorio siguió con una lista de preguntas cajoneras formuladas por el diputado Enríquez del Movimiento Libertario, que le daban oportunidad al Expresidente de machacar una y otra vez las respuestas ya conocidas. Salvó la tanda parcialmente las buenas intervenciones de la diputada Marielos Alfaro, que hicieron verse mal a un Figueres ya cansado y medio afónico, y la participación final del diputado Manrique Oviedo.
¿Cuál es el balance? Las explicaciones de Figueres llegan hasta un punto a partir del cual inevitablemente la especulación se instala. Porque no se logra entender que fue lo que realmente hizo él y los otros integrantes de la consultoría, para merecer honorarios tan elevados. No salió ganancioso de la confrontación, pero tampoco su situación empeoró. Quienes lo apoyan seguirán creyendo en su inocencia, mientras que quienes lo combaten continuarán alimentando sus dudas.
Salieron mal los diputados de oposición, quienes quedaron debiendo, y la Asamblea Legislativa en su conjunto, porque tanto partidarios como contrarios creen que la comparecencia fue una pérdida de tiempo, como mucho de lo que hacen diputados y diputadas.
Pero, ¿facilitó este acto, incluidos aplausos, calcomanías y corrido, el lanzamiento de una nueva candidatura de Figueres?
La representación del PAC, a la que le tocó intervenir de primera, perdió la oportunidad de establecer los límites de la cancha con preguntas que fueran mucho más allá de lo que ha sido el común denominador desde la entrevista transmitida a principios de diciembre pasado. En lugar de eso optó por someter al Expresidente a una golpiza que aguantó estoicamente, pero que no agregó nada nuevo a lo ya conocido. El tiempo asignado transcurrió sin preguntas concretas y el chaparrón pasó sin mayores consecuencias.
Siguieron un contenido Walter Céspedes, que no hincó el diente como acostumbra hacerlo en otras ocasiones, y un desarmado Víctor Emilio Granados, que no hizo la tarea como él mismo lo admitió, y que prefirió lanzar preguntas intrascendentes extraídas de twitter, en una demostración, dicho sea con todo respeto, de falta de seriedad en un acto del que buena parte de la ciudadanía esperaba mucho más.
El interrogatorio siguió con una lista de preguntas cajoneras formuladas por el diputado Enríquez del Movimiento Libertario, que le daban oportunidad al Expresidente de machacar una y otra vez las respuestas ya conocidas. Salvó la tanda parcialmente las buenas intervenciones de la diputada Marielos Alfaro, que hicieron verse mal a un Figueres ya cansado y medio afónico, y la participación final del diputado Manrique Oviedo.
¿Cuál es el balance? Las explicaciones de Figueres llegan hasta un punto a partir del cual inevitablemente la especulación se instala. Porque no se logra entender que fue lo que realmente hizo él y los otros integrantes de la consultoría, para merecer honorarios tan elevados. No salió ganancioso de la confrontación, pero tampoco su situación empeoró. Quienes lo apoyan seguirán creyendo en su inocencia, mientras que quienes lo combaten continuarán alimentando sus dudas.
Salieron mal los diputados de oposición, quienes quedaron debiendo, y la Asamblea Legislativa en su conjunto, porque tanto partidarios como contrarios creen que la comparecencia fue una pérdida de tiempo, como mucho de lo que hacen diputados y diputadas.
Pero, ¿facilitó este acto, incluidos aplausos, calcomanías y corrido, el lanzamiento de una nueva candidatura de Figueres?
martes, 14 de febrero de 2012
Declaraciones descuidadas y desafortunadas
En estas primeras semanas de 2012 la diosa fortuna no ha estado muy del lado de la presidenta Chinchilla y de algunos de sus ministros, si nos atenemos a acontecimientos y declaraciones. Lo primero que hay que decir es que las y los políticos no saben que hacer o decir cuando los resultados de una encuesta son desfavorables para su gestión o para su imagen.
De acuerdo con los datos de la última encuesta de la firma UNIMER para el diario La Nación, 5 de cada diez costarricenses considera que el país marcha por un rumbo equivocado, nueve de cada diez que la Presidenta no controla el gobierno y, además, casi 8 de cada diez califica la labor de Chinchilla como regular o mala. En otras palabras, que si nos atenemos a los resultados de la encuesta, la evaluación es francamente negativa.
¿Cuál fue la reacción del gobierno? Pues salir con la sacrosanta fórmula: la mayoría está equivocada y no les entiende. Por eso la Presidenta arguyó que “A medida que pase el tiempo la gente va a entender de que se trató este Gobierno”, y el Ministro de Comunicación, en consonancia con Chinchilla, afirmó que el Gobierno se mueve en la dirección definida por la Presidenta, y que “ella tiene una forma inédita de hacer las cosas, como inédita presidenta es”.
¡Ahora si que no entendimos nada! ¿Será que no nos hemos dado cuenta que ante nuestros ojos está ocurriendo una innovación en la teoría y la práctica del liderazgo político? Quedamos entonces a la espera de mayores explicaciones para ver si se nos abre el entendimiento y logramos aclarar en qué consiste lo inédito de la gestión presidencial.
Tampoco nos habíamos dado cuenta que el gobierno había introducido una modificación en la definición de familia, con impacto seguramente en las decisiones de política pública. En una actividad sobre la red de cuido, la Presidenta afirmó que “No hay familias cuando no hay niños y niñas”. Sentó cátedra y de golpe y porrazo dejó por fuera a un conjunto de situaciones diversas que hasta ese momento se consideraban familias.
Personalmente tengo que agradecerle a la Presidenta por haberme iluminado, porque hasta ahora me di cuenta, después de treinta y ocho años de matrimonio sin hijos, que a lo que hemos forjado mi esposa y yo a través de tantos años de venturosa convivencia no se le puede llamar familia. Como nosotros, seguramente muchas parejas tendremos que buscar un término que sirva para explicar nuestra situación. Por supuesto que habrá que introducir reformas en diccionarios, tratados de sociología, y en declaraciones, leyes y normas donde se define la familia.
Finalmente hay que señalar la salida en falso de la Presidenta, cuando dijo que el probable fraude con cheques del PLN durante la campaña electoral era un asunto “local”, cuando las investigaciones preliminares han abierto otro panorama más amplio.
¡Informarse y reflexionar antes de hablar!
De acuerdo con los datos de la última encuesta de la firma UNIMER para el diario La Nación, 5 de cada diez costarricenses considera que el país marcha por un rumbo equivocado, nueve de cada diez que la Presidenta no controla el gobierno y, además, casi 8 de cada diez califica la labor de Chinchilla como regular o mala. En otras palabras, que si nos atenemos a los resultados de la encuesta, la evaluación es francamente negativa.
¿Cuál fue la reacción del gobierno? Pues salir con la sacrosanta fórmula: la mayoría está equivocada y no les entiende. Por eso la Presidenta arguyó que “A medida que pase el tiempo la gente va a entender de que se trató este Gobierno”, y el Ministro de Comunicación, en consonancia con Chinchilla, afirmó que el Gobierno se mueve en la dirección definida por la Presidenta, y que “ella tiene una forma inédita de hacer las cosas, como inédita presidenta es”.
¡Ahora si que no entendimos nada! ¿Será que no nos hemos dado cuenta que ante nuestros ojos está ocurriendo una innovación en la teoría y la práctica del liderazgo político? Quedamos entonces a la espera de mayores explicaciones para ver si se nos abre el entendimiento y logramos aclarar en qué consiste lo inédito de la gestión presidencial.
Tampoco nos habíamos dado cuenta que el gobierno había introducido una modificación en la definición de familia, con impacto seguramente en las decisiones de política pública. En una actividad sobre la red de cuido, la Presidenta afirmó que “No hay familias cuando no hay niños y niñas”. Sentó cátedra y de golpe y porrazo dejó por fuera a un conjunto de situaciones diversas que hasta ese momento se consideraban familias.
Personalmente tengo que agradecerle a la Presidenta por haberme iluminado, porque hasta ahora me di cuenta, después de treinta y ocho años de matrimonio sin hijos, que a lo que hemos forjado mi esposa y yo a través de tantos años de venturosa convivencia no se le puede llamar familia. Como nosotros, seguramente muchas parejas tendremos que buscar un término que sirva para explicar nuestra situación. Por supuesto que habrá que introducir reformas en diccionarios, tratados de sociología, y en declaraciones, leyes y normas donde se define la familia.
Finalmente hay que señalar la salida en falso de la Presidenta, cuando dijo que el probable fraude con cheques del PLN durante la campaña electoral era un asunto “local”, cuando las investigaciones preliminares han abierto otro panorama más amplio.
¡Informarse y reflexionar antes de hablar!
martes, 7 de febrero de 2012
Algo hay que hacer
Lo que está sucediendo en la Asamblea Legislativa debe llamar a reflexión. Muestra descarnadamente las limitaciones de nuestro sistema de toma de decisiones políticas. Un sistema plagado de callejones sin salida, que inmoviliza a jerarcas e instituciones y que tiene serias consecuencias para la democracia y para la calidad de vida de la mayoría de los habitantes de este país.
Mucho se insiste en que el problema se resolvería, como en el caso de la Asamblea Legislativa, con reformas a reglamentos, vías rápidas y otros instrumentos de ingeniería procesal, que posiblemente conducirían a entrampamientos en otros niveles, sin avanzar realmente en lo sustantivo. Es decir, sin lograr que el sistema se vuelva más eficiente, porque hay algunos problemas de fondo...
Para empezar, como lo han señalado teóricos destacados, hay que admitir que la democracia conlleva inevitablemente un componente de ingobernabilidad, porque en la toma de decisiones interviene una gran cantidad de actores individuales y grupales, con intereses diversos, algunos puramente personalistas. Varios de esos actores se mueven en la superficie, a vista y paciencia de todo el mundo, pero otros permanecen en las profundidades influyendo igual o más que los actores visibles. Como en el teatro de títeres, en política muchas veces vemos a la marioneta moverse, pero no al que realmente mueve los hilos, creando la ilusión de movimiento autónomo.
En el pasado, los partidos políticos tendían a agregar intereses variados dentro de plataformas programáticas, que respondían en algunos casos a visiones concretas sobre la sociedad y su devenir. El problema es que todo eso se ha desarmado y ha sido sustituido por un pragmatismo desideologizado, una especie de café descafeinado, que sabe a “agua chacha”, y que apenas sirve para disimular intereses de las más diversas calañas.
El meollo del asunto está en cómo lograr que se imponga, dentro de ese juego tan complicado, el interés general, que no es solamente la suma de intereses particulares. Para algunos es prácticamente imposible, razón por la cual en la mayoría de los casos lo que se logra aprobar, como en la Asamblea Legislativa, son leyes llenas de defectos, contradicciones e inconstitucionalidades. Para quienes sostienen estas posiciones, la única posibilidad de solución es la sustitución de algunos organismos políticos por cuerpos técnicos que tomen decisiones en otro nivel, supuestamente por encima del juego de intereses particulares. Esta propuesta parte de una ilusión: que los tecnócratas no tienen intereses ni ideología. En todo caso eso sería recortar la democracia y dejar abierta la puerta para que el autoritarismo se cuele disimuladamente.
Pero algo hay que hacer. Lo más sensato sería agotar la negociación en busca de acuerdos, sin imposiciones de mayorías, ni obstrucciones de minorías. Porque hay una amenaza real de hundimiento conjunto.
Mucho se insiste en que el problema se resolvería, como en el caso de la Asamblea Legislativa, con reformas a reglamentos, vías rápidas y otros instrumentos de ingeniería procesal, que posiblemente conducirían a entrampamientos en otros niveles, sin avanzar realmente en lo sustantivo. Es decir, sin lograr que el sistema se vuelva más eficiente, porque hay algunos problemas de fondo...
Para empezar, como lo han señalado teóricos destacados, hay que admitir que la democracia conlleva inevitablemente un componente de ingobernabilidad, porque en la toma de decisiones interviene una gran cantidad de actores individuales y grupales, con intereses diversos, algunos puramente personalistas. Varios de esos actores se mueven en la superficie, a vista y paciencia de todo el mundo, pero otros permanecen en las profundidades influyendo igual o más que los actores visibles. Como en el teatro de títeres, en política muchas veces vemos a la marioneta moverse, pero no al que realmente mueve los hilos, creando la ilusión de movimiento autónomo.
En el pasado, los partidos políticos tendían a agregar intereses variados dentro de plataformas programáticas, que respondían en algunos casos a visiones concretas sobre la sociedad y su devenir. El problema es que todo eso se ha desarmado y ha sido sustituido por un pragmatismo desideologizado, una especie de café descafeinado, que sabe a “agua chacha”, y que apenas sirve para disimular intereses de las más diversas calañas.
El meollo del asunto está en cómo lograr que se imponga, dentro de ese juego tan complicado, el interés general, que no es solamente la suma de intereses particulares. Para algunos es prácticamente imposible, razón por la cual en la mayoría de los casos lo que se logra aprobar, como en la Asamblea Legislativa, son leyes llenas de defectos, contradicciones e inconstitucionalidades. Para quienes sostienen estas posiciones, la única posibilidad de solución es la sustitución de algunos organismos políticos por cuerpos técnicos que tomen decisiones en otro nivel, supuestamente por encima del juego de intereses particulares. Esta propuesta parte de una ilusión: que los tecnócratas no tienen intereses ni ideología. En todo caso eso sería recortar la democracia y dejar abierta la puerta para que el autoritarismo se cuele disimuladamente.
Pero algo hay que hacer. Lo más sensato sería agotar la negociación en busca de acuerdos, sin imposiciones de mayorías, ni obstrucciones de minorías. Porque hay una amenaza real de hundimiento conjunto.
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